Querida madre, mañana cruzaré una nueva frontera. Esta vez por un túnel. Un conducto de agua, me dijeron.
Debo hacerlo. No quiero que el bebé que llevo dentro sufra el mismo destino que su padre. Toda la vida trabajando por un sueldo de miseria para irse al otro mundo como un perro.
¿Por qué lo acribillaron a balazos? Ni siquiera sabemos dónde lo enterraron.
No quiero esta vida, madre. Me niego a creer que estemos condenados al hambre y al dolor. Por eso emprendí este viaje.
Tengo miedo. A quién le importa si me ahogo, si me violan o me disparan. Si nos maltrata nuestra propia tierra, ¿qué podemos esperar de la ajena?
Confío, sin embargo, en encontrar un lugar donde el aire llene mi vientre de puro sosiego. Donde el cielo sea celeste de verdad. Sin tinturas de azufre. Sin presagios sangrientos en arreboles de esclavitud.
Sueño que mi angelito está a salvo. Lo veo sonreír despreocupado, limpio, con la tripita llena y feliz. Felices los dos.
Lo visualizo, madre, no me detendré hasta alcanzar la tierra prometida.
Rece ahorita por nosotros. Que Dios nos ampare y le bendiga a usted.
Violeta Trinidad
En un lugar de la frontera
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