Botha-anta
Es allí—me dije—donde podría hacer lo que me gusta de verdad para equilibrar mis sentimientos y dejar de temer. No necesito el equipaje, sólo el valor de hacerlo. Acaricié esos hermosos paisajes. Me vi calvo con un manto rojo, corona de flores y aura azul celeste. Sentí envidia al saber que existía el felizómetro y...