Testigo de mis lágrimas

Testigo de mis lágrimas

NORMA FLORES

21/02/2017

Tú fuiste quien escuchó mis llantos, allá por mis diez años, no fueron solo en los diez años, sino durante los diez años. Primeros años de mi vida, en los que debería traerme grandes y maravillosos recuerdos, de infancia, pero vos sabés que no es así.

Fuiste testigo de mis más terribles secretos; de mi dolor interno de mis penurias, cuando sujetabas mi cuerpo, en aquel momento que me sentaba a tu orilla; o me acostaba en ti, en esos días que caminaba descalza y sin abrigo, en esos plenos inviernos.

Desde allí tus ojos y mis ojos, contemplaban mis manitos hacia el cielo, pidiendo limosna. Limosna que a veces llegaba y otras veces no llegaba; y en mi desesperación, por llevar algo de comer a mis demás hermanos, y a mi padrastro alcohólico, me hacía hacer locuras, como robar a la gente que pasaba.

Secretos míos y tuyos, ya que tú lo veías días tras días. También fuiste testigo de aquel triste día, en que vi a mi hermano Ramón, después de varios meses que no le veía, porque me había escapado de casa, tratando de dejar atrás, al holgazán de mi padrastro, que abusaba de mí.

Yo estaba sentada en la parte trasera de un taxi, vestida como para ir a una fiesta, “tenía plata robada, que los estaba contando” pero me dió vergüenza de mi pobre hermano ciruja, y le esquivé la mirada desde adentro del taxi, que paró para cargar nafta. Le dije al chofer: ¿no sé quién es? El auto marchó, y a mi hermano Ramón no lo volví a ver.

Hasta el día de hoy, lloro, recordando ese episodio y me reprocho por haberle ignorado a mi hermanito, pero me consuela saber, que yo también era indefensa niña, tratando de esconderme en algún disfraz.

También fuiste testigo de aquella tarde de calor en que encontré a mi hermana Gladis, ella con un año menos que Ramón, tan solo tenía ocho años. Yo caminaba en ti, cuando escuché el gran grito de mi hermana: ─ ¡gorditaaaaaa! ¡gorditaaaaa! ─Me gritó. Era mi sobrenombre.

Ella se acercó a mí, se estrechó con fuerza a mi cuerpo, me abrazó con llantos y brazos fuertes, yo tenía diez; y hacía muchos meses que no la veía, yo ya vivía en la calle.

Por eso te llamo mi testigo… porque eras la calle principal, donde casi toda mi infancia transité. “Calle Colón” te llamabas y te sigues llamando hasta hoy.

Al pasar el tiempo te contemplo y me contemplo, yo ya tengo cuarenta y siete años y me veo un poco marchita, pero te veo a ti, y te veo más linda que nunca. Estás llena de colores contemplando las vidas que siguen, y aunque yo ya no vivo cerca, hoy te miro desde lejos, aunque, recordando tristes historias que tengo contigo.

Me llenan de lágrimas los ojos, recordarte “calle Colón”, de la ciudad de Paso De Los Libres Corrientes Argentina. Es un mar de lágrimas, porque solo tú sabes lo que pasó conmigo en esos años tristes de mi infancia. Pero como no todo es dolor, hay también lindos recuerdos. ¿Te acuerdas cuando ni el semáforo yo conocía? Y solo tú los tenías.

Yo era niña, sin madre que me enseñe nada, (ella la ingrata nos había abandonado a todos, y en sus brazos llevó a otra hermanita de nueve meses, a la que después de grande la volví a ver).

Yo por mi lado ni a la escuela iba, así que, transitando por ahí, anduve, tratando de sobrevivir.

En la calle principal, aprendí algunas cosas, como que eran los semáforos, y para qué servían.

También me acuerdo aquel esplendoroso día, cuando por primera vez probé un helado de cucurucho, cuando un buen hombre me miró a los ojos, y me preguntó si quería uno.

─¿QUE SABOR TE GUSTA NIÑA? ─ yo le contesté: ─ ¡cualquiera! ya que nunca comí un helado y no sabía bien cómo sería. Fue en aquel día que por primera vez en mi vida probé un helado, y el sabor era refrescante de limón.

Bueno hoy como te dije, desde lejos te recuerdo, vivo a 365 kilómetros de ti, pero ya, a esta altura, casi completamente sana de tantos dolores de aquellos tiempos, solo quería decirte: «calle Colón» que hoy vivo en calle Urquiza, también testigo de muchas lágrimas después de ti, pero ya de alegría, porque encontré mi lugar, “luché por él” y como ya tengo casa, ya no soy mendiga, tengo seis hermosos hijos, y vivo con el padre de todos ellos “mi esposo desde mi juventud se llama Luis”.

Mi familia la empecé a construir desde que Salí de la indigencia, fue a los dieciocho años. Te tengo que contar con alegría, que un príncipe hermoso me rescató de la vida triste en la que vivía, y me dió este gran talento… me llenó el corazón.

Este talento me permitió escribir más de catorce libros, ME DIO LA OPORTUNIDAD DE SER ALGUIEN EN LA VIDA. Y es la gran razón de mi existir.

Hoy escribo palabras de aliento, para el mundo entero, y principalmente para aquel que anduvo o anda en las calles, como lo anduve yo.

Esta historia que sabemos tu y yo es cierta, y pasó allá por los años 1970 en adelantes.

Seguramente ayudará a otros dolidos por el destino, y le ayudará a encontrar el camino a la paz, como lo encontré yo. Sepa calle Colón… que el Rey que me rescató de las ruinas, sigue viviendo en mí corazón, es el Rey Jesucristo de Nazaret.

fin

Historia verídica

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