Me despierto con el Sol en la cara, un día más desayuno y me pongo en marcha para convertirlo en un día menos.

Empiezo abriendo puertas; la primera, el invernadero con sus plantas deseosas de agua, la segunda, las gallinas y los conejos deseosos de gusanos y plantas, la tercera y última, los perros deseosos de compañía.

Me quedo observando el espectáculo donde unos se comen a otros y al mismo tiempo les dan de comer, mientras los perros les inquietan y atormentan por pura diversión.

Recuerdo la primera vez que presencié tal situación en la que sólo veía un caos y un sufrimiento innecesarios. Tiempos de crisis lo llamarían algunos, los mismos que se ciegan buscando infinidad de nombres y formas para una misma cosa.

Antes veía caos donde ahora veo perfección porque donde existe una tesis siempre existe una antítesis y la única forma de unificarlas es a través de la síntesis:

Nos despertamos con la luz, nos movemos gracias al aire que respiramos, nos nutrimos del agua que bebemos, sobre la tierra que nos sostiene. Y por todo ello ocurre una única cosa, la vida.

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