Su muerte repentina no fue una sorpresa para ella. Sabía que se moría desde siempre. No, no estaba enferma. Ella era tan consciente de su muerte como los demás somos inconscientes al ignorarla.

La esperaba con ansia aunque sin hacer nada por acercarse a ella. Un poco como tú. O mucho como tú. Siempre confiando en que al final la muerte llegaría y nada de esto tendría ya importancia alguna. La muerte en ese aspecto es muy fiable, nunca decepciona, siempre acaba por aparecer.

Hablaste con su hija el día del funeral. Quiere hacer por ti lo que no pudo hacer por su madre. Quiere que vivas y que dejes de ver la muerte como la liberación que crees que es. Quiere que sepas que aún no es tarde, que vivir esperando morir no tiene sentido alguno. Quiere que te quites toda esa carga de los hombros. La carga de las mujeres, como ella ha decidido llamarla.

Como descendiente de mujeres no-libres has sido educada para hacer, no para pensar, ni para contemplar, ver, oír, escuchar o danzar. No, solo para hacer.

Como mujer no-libre crees que debes tenerlo todo bajo control, que no hay lugar para el error, para lo imperfecto, para las manchas, las caídas, la comida fría. No puedes equivocarte. Y sin duda lo haces, y te castigas, y te reprochas, y te odias, cada error para ti es una gran tragedia y quieres que la muerte venga ya. Pero ya. Vendrá cuando tenga que venir. No la buscas ya y sin embargo no es vida eso que haces, ese dejar fluir los días, los meses, los años, haciendo lo que se supone que hay que hacer.

Como mujer has sido despojada de tu seguridad y de tu confianza desde bien pequeña. Y digo has sido conscientemente, no fuiste, has sido. Fuiste es un pasado terminado, y tu pasado, desgraciadamente aún no ha terminado. Un tema muy en boca de todos, que no deja por ello de ser terrible para las que lo vivisteis. Casi todas, por lo que parece.

Y ¿qué puedes hacer sin confianza ni seguridad y sabiendo que no tienes control sobre casi nada? Hasta ahora, llevar una vida valiente por fuera y cobarde por dentro. Llena de caprichos, de ahora voy y ahora vengo, llena de hombres, de cerveza, de sonrisas, de sol y de perros. Eso por fuera.Y por dentro llena de vergüenza, de culpa, de odio, de reproches, de frío, de ira, viendo la muerte como a una verdadera amiga que tarde o temprano pasará a buscarte en su coche marchándoos las dos para no volver. Una última aventura que lo borrará todo.

Has dedicado tu vida a esperar que lo inevitable venga y te separe por fin de tu pasado. Soñabas de pequeña con despertar un día y haberte convertido en una anciana, soñabas con saltarte la vida en una sola noche. “No tener que pasar por todo este dolor” te decías. Cuando la adolescencia vino a hacerte aún más desgraciada escribías testamentos en los que dejabas tus cuatro discos a tu primo y tus viejos juguetes a tu sobrina. Por si una de aquellas tardes no lo soportabas más.

Ella murió y dejó atrás el legado de su sufrimiento. Su vergüenza, su culpa, su odio, su frío, su ira y toda su vida interior, heredada como la tuya de una estirpe de mujeres que no pudieron ser, solo hacer, que no pudieron ser libres porque tenían que hacer. Hacer familias, hacer las cuentas, hacer vestidos y cortinas, hacer de florero, hacer de madres, hacer, hacer y hacer. Ella quería ser y no sabía cómo. Tú quieres ser y no sabes cómo.

¿Cómo te sacudes la vida interior? ¿Cómo le das la vuelta? ¿Cómo lavas todos estos trapos sucios, cómo les quitas el olor a humedad?

Había una Universidad de la Felicidad de camino a tu antiguo trabajo, en tu antigua ciudad. A ti no te enseñaron mucho en las universidades a las que fuiste, sólo a hacer. Hacer artículos, hacer análisis de textos, hacer traducciones. No te enseñaron nada importante, con lo que te hubiera gustado graduarte en Felicidad. Pero no hagamos esto, perdóname, no echemos la vista atrás creyendo que la mayoría de tus decisiones fueron erróneas.

¿Te parece un buen lugar para empezar? Deja de plantearte cada decisión pasada, ya que nada se puede hacer para cambiarlo. Ella también se culpaba y se engañaba escribiendo que cambiaría. ¿Te estás engañando entonces? Puede ser, pero ¿no merece la pena que lo intentes? Igual te descubres sonriendo a menudo al despertar, es posible que te sorprendas riendo a pleno pulmón mientras tu sobrina asusta a gritos a los viandantes sentada en su cochecito, hasta puede que pienses en tus días como oportunidades para disfrutar, no como tramos de tiempo que te conducen a tu objetivo último.

Nada de aquello fue culpa tuya, no tienes por qué menospreciarte por algo que no está en tus manos cambiar. Ya sabes la teoría, no te voy a aburrir más. Sí te diré una última cosa, ya que lo tuyo es hacer, haz lo posible por caminar hacia delante y cuando te encuentres una cuesta, llámame y la subimos juntas.

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