Algo en tu rostro debió de gustarme desde la primera fotografía. Probablemente fueron tus diminutos ojos negros, el suave y terso color de tu piel morena, tu sonrisa de dientes dorados y corazones invertidos. No sé si por error o casualidad te llamabas como una ex novia mía, así te encontré brillando desde la pantalla de mi ordenador y desde entonces, paso las noches conectado haciendo clics hasta que a mi brazo derecho le dan espasmos y en mi muñeca se forma una llaga o algo parecido, intentando dar con alguna fotografía tuya reciente, una fotografía mejor a la hallada dos días antes, porque tus actualizaciones no se hacen a la velocidad en la que te mueves en la vida real, y yo, necesito ver tus dientes brillar en la mayor cantidad de formas posibles, ver tu rostro cambiar.

Natasha

Eres mi personaje de ficción favorito, por ti abro y cierro los ojos, en ti encontré mi relevancia y existo más allá de los días cotidianos y vacíos que no alcanzan para ser yo mismo. Desde que te vi supe que no olvidaría tu rostro de mirada perdida, con ojos pequeños como pasitas de uva, estaba seguro que tus dientes de oro brillarían siempre para mí, así como brilla este sol que hoy cubre mi mirada, mi visión.

*

Aquí es donde todo se termina. La historia que escribí llegó a su fin. Tres años después de que todo comenzara me siento totalmente vencido. Salgo a caminar y no reconozco las cosas de la calle: las casas, los árboles, la plaza donde solía ir a caminar. Los últimos días fueron imposibles, no podía dormir, ni ponerme de pie, tampoco comer, mantenía el ordenador encendido día y noche junto a mi cuerpo recostado en el piso, así pasaba la mayor parte del tiempo, perdido. Un día decidí dejar de hablar, de comunicarme con mi familia, abandone la oficina, no contestaba los e-mails, los mensajes, el teléfono. Deje mi trabajo sin dar explicaciones, mis compañeros vinieron a buscarme pero me negué a hablar con ellos. Mis hermanos también tocaron mí puerta sin éxito, fue un alivio que poco a poco dejaran de insistir, nunca quise causarles dolor: fue mejor así, mantener la distancia, que se olviden de mí.

No puedo decir mucho sobre mi necesidad de estar solo, apareció de repente y se instaló como un desafío (me gusta que sea así) la soledad es el vínculo conmigo, la soledad es mi arma de defensa contra el otro que soy en el mundo de las cosas, me devuelve la normalidad, con ella me siento libre, finalmente feliz.

Quizá todo esto comenzó cuando me pediste que nos conectáramos todas las noches, dijiste –para recrear mejor el ambiente familiar, tú y yo, mi nueva familia virtual-. Entonces comencé a alejarme de todo, tenía que ser puntual al regresar a casa, tener tiempo suficiente para cenar, tomar una ducha y encender el ordenador para chatear contigo. Sin embargo, cuando te pedí hablar por teléfono te negaste, nunca logré entender por qué, yo quería escuchar tu voz, su melodía, reconocer tu tono, comprender tus matices, dar los pasos necesarios hasta el momento de nuestro encuentro. Porque al principio todo comenzó como un juego, pero estaba seguro que un día estaríamos frente a frente y escucharía tu voz hablando en mi oído, tu cabello negro flotando en mis manos, tu sonrisa dorada sobre mi rostro. De todo esto estaba seguro cuando comenzamos a chatear, cuando comencé a ver tus fotografías de cuando no te conocía, a descifrar tu pasado y presente, a imaginar el futuro contigo. Estaba seguro que esto pasaría, que estaba pasando, que había pasado siempre entre nosotros. Porque al fin de cuentas Natasha, por azar o coincidencia, siempre serías tú, brillando desde una pantalla, con tus dientes de oro y corazones invertidos, siempre serías la Natasha que ya conocía.

*

No sé si por error o por casualidad, ella se llamaba igual a una ex novia de él, consciente decidió seguirla. Pasó poco tiempo antes de que él dedicara horas buscando fotografías de ella. Era guapa, era de otro país, una belleza exótica, tenía unos dientes de oro que formaban corazones invertidos en los dientes delanteros. No le importó la coincidencia de nombres, comenzaron una relación virtual. El tiempo que le dedicaba a estar a las redes sociales, metido dentro del ordenador, hizo de él un fantasma insómnico, un perro nocturno. Lo veía en las mañanas llegar al trabajo destruido: las ojeras profundas, la falta de vitalidad tan evidente. Y así, de repente, un día desapareció, dejó de venir a la oficina, no contestó las llamadas ni los mensajes, fuimos a buscarlo a su casa pero no hubo respuesta, el jefe lo reemplazó de inmediato y nunca más se habló de él. Yo sabía en qué andaba metido (no era el primero en la oficina que se encerrada en el baño a chatear con sus romances virtuales), me parecía solo un juego, nunca pensé que iría tan lejos su obsesión, jamás pensé que se quedaría tildado frente a la pantalla, que no lograría desenchufarse a tiempo, que se dejaría absorber completo por esta máquina de tiempo.

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