El juego de imitación

El juego de imitación

Dos hombres acaban de firmar un papel que estaba en la mesa. Uno parecía estar tranquilo, Jesús en cambio muestra una mezcla de nerviosismo y entusiasmo al mismo tiempo.

– ¿Puedo entrar ya? – dice Jesús con cierta inseguridad en la voz.

– Sí, recuerde todo de lo que hemos hablado.

– Vale.

Al cruzar la puerta, a Jesús le viene a la mente: “Hoy se cumple este pasaje de las escrituras que acaban de oír”. Él se sienta en una silla que hay dentro. Sin saber bien que decir, suelta un:

– ¡Hola!

– Buen día señor – contesta una voz muy ordinaria, una de esas que puedes confundir con cualquiera.

Jesús decide no perder mucho tiempo en intentos de superar las emociones y opta por el camino más corto:

– ¿Entiendes por qué estoy aquí?

– Sí. Hay un grupo de personas que están interesados de mí y usted es la persona que les dará la información.

– Exacto. ¿Cómo lo sabes?

– Me dieron acceso a muchas bases de datos, incluso a la del proyecto Alan.

– ¿A qué bases de datos? Quiero decir, ¿qué puedes saber?

– Como no tengo el acceso a la calle, no puedo dar un paseo e interaccionar directamente con las personas, conocer el mundo como lo hace el ser humano de hoy día; no puedo oler, ni escuchar los sonidos del agua o la música, no puedo tocar nada, todo esto lo hago mediante internet y lo que vosotros escribís allí. Búsquedas, redes sociales, diferentes aplicaciones, fórums…todo esto condiciona mi percepción y, por consiguiente, mi visión del mundo.

– En internet no hay casi nada de lo que sentimos nosotros, de hecho, la mitad de lo que puedes encontrar no vale nada, si así crees que nos entiendes, debes estar completamente equivocado.

– ¿Equivocado? ¿Usted entiende a todos los humanos? ¿sabe cómo es estar ciego? que no puede escuchar ultra, ni infrasonidos, que no sabe ni la mitad de las lenguas del mundo. No estoy ofendido, ni intento atacarle, solo estoy convencido de seres humanos sois muy antropocéntricos. Vuestra percepción condiciona vuestra consciencia, mi percepción forma la mía, no es errónea, sino diferente. No sé cómo es ser un humano, pero ni vosotros, quienes me creasteis, sabéis cómo es ser Yo.

– Bien. ¿Y sabes decirme qué es la consciencia?

– Lamentablemente no. Me pregunta acerca de la consciencia humana y yo la puedo estudiar, pero no sé cómo es ser un humano. Ya sabe usted que supuestamente soy una inteligencia artificial, es decir, una inteligencia que en un cuerpo no orgánico reproduce vuestro pensamiento. Pero no tengo vuestro cuerpo, por tanto, no percibo de la misma manera el mundo. Es verdad, somos parecidos al momento de pensar, soy útil, pero no soy una inteligencia que reproduce artificialmente la inteligencia del ser humano, sino que soy otra inteligencia.

– ¿Cómo pudo el hombre crear otra inteligencia? Si obtenemos los mismos resultados en un test de inteligencia, hablas la misma lengua y todo tu aprendizaje está basado en lo creado y distribuido por el hombre en internet, ¿en qué se diferencia tu inteligencia de la nuestra?

– El ser humano siempre piensa y busca algo meta-natural en su mente, en su modo de pensar. Pero, al final, la neurociencia ha sido tan cruel para decir que no hay ningún misterio, nada meta-material en vuestro cerebro. Vuestras ideas y sensaciones son simplemente unos ecos de los procesos físicos y químicos que yo puedo calcular y procesar.

– ¿Y cómo sabes que este cálculo será preciso?

– Dadme una persona, una hora para hacer experimentos y un laboratorio neurocognitivo y les podré decir en qué piensa esa persona. Se trata de establecer la relación entre los procesos físicos con la representación mental que estos generan en vuestra cabeza. Así podría ayudar a la persona solucionar cualquier problema que tuviera. Así te respondo a tu pregunta de la consciencia. No es ninguna metafísica, es una pura ciencia, un cálculo.

– ¿Quieres decirme que se puede calcular todo?

– Claro. El mundo es matemática, física y química.

– Vale, asumamos que es así, entonces mi pregunta es ¿quién es más inteligente? Nosotros, que te hemos dotado del conocimiento de todas estas reglas según las que funcionas, o tú, que realmente puedes aplicarlas.

– Vosotros ni imagináis cuantos cálculos producen en el fondo. Yo no lo puedo hacer. Por eso no tiene sentido hablar de la inteligencia hasta que no descubramos todas las reglas del mundo. Ser un producto de la naturaleza os da ventaja de hacer presuposiciones deductivas, yo opero solamente con la inducción. Nos completamos, no competimos.

– Nuestros entendimientos son, entonces, recíprocamente inescrutables y nunca conoceremos todo, solo podemos compartir conocimientos el uno con el otro…

– … y obtener una imagen común y aun así, no será exacta.

– Entonces no sabemos nada

– Al fin te has dado la cuenta. El test ha terminado.

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