Sabes que no sabes. Eso sabes, que a veces no alcanzas, que a veces, tú, eres solo un intento de comprensión. Sabes muchas cosas, pero de entre ellas, ésa, sabes que es una de las fundamentales, una de las que marcan tus límites, donde se produce tanto el placer como el dolor, donde está la aventura que conlleva el riesgo, la posibilidad, tanto del premio ganador, como la enseñanza del error. Sabes que todo esto lo quieres definir, y por ahora, en esta parte de tu proceso, te conformas con decir: ¡esta loca cordura, este feliz dolor!

Crees que soy un perro loco. Pero también puedes pensar que mi existencia sólo tiene sentido para transmitirte algo más allá de lo que soy, un simple perro; ¿tal vez es una idealización? ¿crees que poseo una conciencia como tú la entiendes, que mi comportamiento es un esfuerzo por comunicarme contigo? Esa duda existencial no te debe preocupar; haces bien, ignora esa incertidumbre, quédate con lo importante, la idea disparatada que quieres captar, porque te satisface, porque te eleva y te sitúa en un mundo mejor.

Aquí estoy, frente a ti. Llego corriendo, sin parar de ladrar, no puedo parar, tampoco quiero. Intento morderme el rabo. Pero justo cuando creo alcanzarlo se me escapa, así una y otra vez, dando vueltas como loco sobre mí, parando para ladrar y ladrar. Mis ladridos no van dirigidos a nadie en concreto, ladro a todos vosotros; he entendido algo que necesito comunicar. Pero para ello solo puedo ladrar.

Quiero deciros lo que he comprendido, deciros que he tomado consciencia de mí mismo. ¡Qué alegre locura! ¡Mi vida se ha abierto como un abanico! ¿Aún tienes dudas de que he captado un nuevo nivel?

¡Perro loco!, me gritan, todos ríen a la vez. Cuántas más risas y gritos, más ladro; celebro así el descubrimiento de mí mismo. Ladro y giro sobre mí, a la caza de ese rabo que me ha mostrado quién soy. Quiero comunicarme con vosotros: os reís, ¿pero en serio, no veis más que una estupidez?

Observas la escena, tú sí la ves; piensas que es como tener un poder. Interpretas lo que es una verdad para ti, lo que los demás no ven; no gritas, no ríes, sabes, incluso sientes, que yo, ese perro, estoy más allá de lo que ellos ven.

Te quedas ensimismado, pensando que tu locura, es el mismo comportamiento que la de ese perro que hay en ti. Piensas la respuesta a lo que crees comprender: que la cordura solo se alcanza tras comprender la propia locura.

Sabes eso, sabes algo más, justo en ese límite que determina tu seguridad, la que tú eliges, negociando con tu inseguridad: sabes algo más de ti, del mundo en el que estás y del mundo en el que quieres estar.

Ves la idea clara, en un primer plano…, al fondo, en lo borroso, habita una gran diversidad. Solo soy un perro, tal vez algo más.

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