“Tu tradición me predestinó desde siempre a la rebeldía. La demencia de tu producción me arrojó en los hornos de la pasión creadora y la contemplación (…) Mi alma ama la pobreza, la aridez y las piedras” (Arango,2016)


Corro. Camino. Me siento.

Frías mis manos, distraído el mar de opciones interiores, dispongo un viejo lápiz y un raído papel para tomar pequeñas anotaciones matinales.

Pienso, mientras siento, lo lleno que se pone el tranvía a las 6:55 am. Almas desvencijadas se alternan para incomodar mi ya irregular mañana, atestada de olores repugnantes y ruidos alternados entre lo inusual y desesperante.

A mi lado, una pequeña niña descuidada de aspecto; hija de aquel obrero –pienso-en el mismo instante en el que él le dice unas palabras frías, pero fatigosamente melosas. En sus cuerpos. Sucios trapos. suspiro.

Después de un gran pequeño instante detenido en sus dos siluetas y mis cavilaciones sobre las mismas, prosigo a marcar con el lápiz el vacío papel.

E s c r i b o . . . b o r r o . . . ESCR. . . Empiezo a creer que es ya imposible, algo en mi alma me inhabilita para vomitar lo que fuera que ese día se me fuese a ocurrir. Pienso, en…pienso.

Todos dentro de este recinto obedecemos órdenes, aceptamos, subyugados comer en silencio, vamos hacia un rumbo fijo, y distraídos de la vida, embriagamos los sueños que por orden de nadie quedaron descontinuados para esta época.

Antes de terminar la mitad de mis pensamientos, un ruido frio y seco los interrumpe de golpe con: siguiente parada: su destino seguramente.

Con una potencia casi sobrenatural y animal, salgo corriendo de aquel tranvía y un sentimiento de rabia, miedo y dolor se apodera de mis huesos. Todo cuanto intento observar se torna obscuro, inescrutable.

No se me antoja el cigarrillo que nunca consumo.

No se me antoja la bebida que detesto.

Camino, casi dando zancadas y siento un remolino de sensaciones. Aturdimiento mental.

El humo de las fábricas antes de llegar a mi destino, ciegan mi de por sí turbia mirada. Sin embargo, llego, casi en una alucinación ebria de mi cuerpo exhausto por la vida misma. Tarde dos minutos. No demoran los descargos, me preparo.

No termino de llegar y respirar el contaminado aire y el restringido deseo de pensar, para hilar el monto de sensaciones que venía acumulando en el día, cuando una voz seca y altiva, me llama a su oficina.

-Seré breve, su productividad ha reducido notablemente.

-Ha de ser que ando distraída, acoto como contra el viento.

-Cada vez es usted más irreverente…No estará pensando unirse a la Asamblea General de Trabajadores… o lo que sería peor, (que sabe muy bien que es un estorbo para el mercado) hacer su propio movimiento. Debería considerar que esta es una de las mejores empresas para laborar y se le da lo mejor a quien da lo mejor de sí; es nuestro lema.

-Sonrío, en absoluto se equivoca. De ser así, ya lo hubiese hecho, y aún con todo ello, no faltara quien besara su sucia bota y el precepto que usted defiende, sin pedir yo explicación alguna.

-No comprendo.

-Ahora es usted quien no comprende.

-Así es.

-Está bien, yo también seré breve: con todo el capital humano que usted maneja, de sobra tiene para que ellos armaran contra usted la segunda revolución francesa, pero mire, los tiene a todos ellos pasivos y gentiles ante su árida y monstruosa frialdad.

-Es usted…

-Me voy. Paso dentro de ocho días por los centavos que usted tirará sobre mis pies si corro con suerte.

-Silencio.

Como liberada por mis sentidos, agarré mi bulto de libertad y corrí hacia la nada creadora. Sentí miradas y gritos de admiración, pensé y corroboré lo que tanto tiempo había escrito como un hombre sin nombre, y por fin pude definirlo. Todos aquellos que con tierna admiración o extrañeza vieron mi cometido, no sobrepasan la línea de libertad. Solo se quedaron allí, propósitos muertos. Pienso que así corre su vida: inacción, muerte del espíritu, sobre-existir. De otra manera no se abalanzaran con odio en fantasías sobre su patrón, mientras obedecen y desahogan luego su rabia en el licor y la Asamblea General de Trabajadores (lo que habían definido como el próximo progreso y triunfo del proletariado) lastimosamente, no dejaba de ser por más, deformada, desintegrada, ignorante.

Embestida por una extraña melancolía que supone después de un tedioso dejamiento de la rutina, casi deseo por inercia llevar mi cansado cuerpo al mar y tirarlo con las mismísimas piedras, abandonarlo todo, para que sea tragado por las silenciosas olas.

Pienso, de nuevo, sobre aquellos obreros que me vieron abandonar aquel recinto, tengo en mi mochila papeles que nunca leí sobre sus ideales muertos. Rompo en llantos sobre la fría noche.

Pasado el atardecer, el anochecer y la vida errante.

Pasado los años, los días y los patíbulos mortíferos.

Pasado el misticismo, la esperanza y el amor en la época del miedo e indiferencia.

Solo me queda por proponer un presagio sobre la vida:

El hombre tiene salvación, aunque el mismo no lo crea

Solo se puede redimir ante la historia cuando se autoproclame en libertad creadora y consciencia crítica

personal. Yo hago-porque yo pienso, yo hago porque yo sé.

Solo si es así, entonces que arda la ciudad, el cielo y cada alma de cada proletario si es necesario,

Solo si es así, que erijan banderas,Luchen y griten que han conquistado, ¡por fin conquistado!

La tierra que siempre prometieron liberar.

¡Que la historia nos redima y la vida nos perdone, por amarla sobre la muerte!

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS