Cuando talaron el último árbol ya habían comenzado las restricciones. Primero fue la electricidad. Con ella las tecnologías. Después se agotó el papel. Los calendarios se imprimieron sólo hasta el mes de noviembre. Todos tuvieron que dejar de escribir. La gente se hizo adicta al pensamiento. Sus voces internas se trocaron en sus peores enemigos. Nadie distinguía los pensamientos de las emociones. Un torturador en sus cabezas, les obligaba a combatir con ellos mismos como en una partida de ajedrez. Siendo a la vez, las piezas blancas y negras. Y sin un tablero donde poder jugar la partida. Era imposible controlar el énfasis. Las conversaciones siempre acababan en discusión. Aquel ruido los hizo más destructivos. Reinaba el caos. La oscuridad. La energía vital se les había agotado. Noviembre terminó. Y todo murió en silencio.

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