—Su universo está limitado por sus capacidades biológicas. Se encuentran atrapados en el mundo que les retratan sus percepciones sensoriales y sus juicios subjetivos. Son seres tan encerrados en sí mismos que carecen de consciencia unitaria, les falta hasta el sentido de pertenencia al todo, aunque desde hace siglos tienen conocimiento de los fenómenos de su entorno.
—Entendemos de dónde viene esa afirmación, pero nos parece demasiado determinista. ¿Tenemos suficiente evidencia que la respalde?
—Por supuesto. Hicimos una prueba directa con varios individuos. A continuación veremos el caso más representativo.
Se trata de un individuo que comúnmente se denominaría “mediocre”. Tiene un acceso mediano a los recursos vitales, así como también a los conocimientos generales de la raza. A pesar de que parte de buena base, el individuo promedio no muestra intenciones de ascender, mucho menos de transcender. Sus metas inmediatas están enfocadas en cubrir necesidades reales e imaginarias a corto plazo. Tampoco presenta ningún interés por mejorar las condiciones otros individuos de su raza, ni siquiera de los que se encuentran conectados a él directamente. En efecto, los ve como competencia directa y trata, a través de diversos medios, de disminuirlos.
En este punto hacemos la intervención, a la que denominamos “apoteosis” -disculpas por el atrevido juego de palabras-. Empezamos a incrementar sus capacidades de forma sutil, en primer lugar, para evitar un choque en su sistema cognitivo. Ajustamos las variables de su entorno para que tenga más acceso a recursos vitales: ascensos en su escalafón laboral, triunfos en juegos de azar, mayores oportunidades para conectar con otros individuos de su entorno.
Sin embargo, se darán cuenta de que utilizando estos medios sutiles es casi imposible que el individuo acceda a mejorar su acervo cognitivo. No muestra el mínimo interés. De hecho, evita cualquier oportunidad de intercambiar experiencias con otros individuos pertenecientes a otros entornos culturales y con otras perspectivas cognitivas. Su concentración continúa enfocada en satisfacer necesidades, crear otras nuevas y volverlas a satisfacer.
A partir de aquí decidimos tomar el método directo, sin sutilezas. Nos presentamos frontalmente, nos identificamos y le mostramos nuestras intenciones. Después de una primera y bastante normal resistencia a reconocernos, el individuo accede a participar de nuestros proyectos.
Le otorgamos una cantidad bastante básica de conocimientos universales. Incluso se la dosificamos para evitar el ya mencionado choque cognitivo. Sin embargo, el esfuerzo fue completamente inútil. El individuo quedó abrumado ante la contradicción entre los conocimientos y el sistema de juicios en el que se basaba toda su identidad y conducta.
NADA ES REAL.
Esa es la conclusión a la que llega antes de auto eliminarse y borrar de paso a toda su especie en el universo generado para la prueba.
—¿Nada es real? ¿Pero cómo llegó a tal conclusión? ¿Por qué decidió auto eliminarse con toda su especie?
—Según su sistema cognitivo existe algo que se llama «realidad». No es más que el conjunto de juicios y percepciones aceptadas como consistentes para cada individuo. Algunas veces se basan en hechos, pero la mayor parte del tiempo forman la «realidad» basándose en interpretaciones de experiencias empíricas aisladas. Si varios individuos coinciden en la conformación de su «realidad» se agrupan para defenderla de otras «realidades» planteadas por otros grupos. E incluso generan conflictos a gran escala con el fin de suprimirlas.
—Entonces el individuo en cuestión entiende que no puede generar una realidad a partir de los conocimientos adquiridos. Su sistema cognitivo colapsa. Trágico, pero interesante.
—A pesar de todo, existen algunos individuos con sistemas cognitivos más receptivos. Normalmente estos son aislados total o parcialmente de su comunidad o forman comunidades pequeñas abiertas a quienes quieran integrarse, que no son muchos. Estos particulares nos dan indicios de una posible evolución de la especie.
—Entonces habría que esperar un tiempo prudencial para realizar otra prueba. ¿Cuánto podemos recomendar?
—Dada la velocidad de su evolución y el patrón de avances y retrocesos en la misma, recomendamos al menos ochocientas centurias. Sacamos de la ecuación los impulsos destructivos de la especie, como los que vimos en el individuo auto eliminado.
—Existen trillones de líneas universales paralelas, fácilmente alcanzarán esas ochocientas centurias. Por cierto ¿cómo es que logró el individuo del experimento auto eliminarse junto con toda su especie?
—Para tal propósito se valió de los conocimientos acerca del origen de las estrellas y los puso al alcance de varias facciones con realidades en pugna. Esta especie tiene una particular preferencia por lo rimbombante.
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