NACE UNA GRIETA.

PorLuis Crespo

Era media mañana en aquella pulpería de campo. Afuera, una vereda alta hecha de tablas, un palenque y mucho calor. Adentro, el mostrador con reja donde se ofrecían faroles a kerosén, alguna montura, varias herramientas y muchas botellas.

Sentados a una mesa redonda cerca de la ventana, los dos hombres conversaban con sus torsos inclinados hacia adelante. Tal vez esa postura se debía a la edad o a la curiosidad de observar por la ventana un exterior en el que no había … nada, o a la necesidad de beber a pequeños sorbos la mezcla de jugo de pomelo con grapa que había servido el cantinero. Eso era condición y consecuencia del bajo volumen de voz con que intercambiaban opiniones:

  • Dígame. Usted ¿es creyente?
  • Claro ¿quién no?
  • ¿Cómo que quién no?
  • Todo el mundo es creyente.
  • … ¡No!
  • Vamos a ver, compadre. ¿Usted cree que Dios existe?
  • ¡Más bien! Yo creo que Dios existe.
  • ¿Y conoce alguien que cree que Dios no existe?
  • Sí. Conozco.
  • Y bueno: ahí tiene.
  • ¿Qué tengo?
  • Sencillo: algunos creen que Dios existe y otros creen que Dios no existe. Entonces, si todos creen algo, todos son creyentes.
  • Pero Usted ¿cree en Dios? O …
  • ¿En cuál?
  • ¿Cómo en cuál? ¡En Dios!
  • Dígame Usted cómo se lo imagina, o cómo lo conoce y yo, tal vez, le pueda contestar.
  • Pero ¿me quiere volver loco? Dios es Dios.
  • ¿Arriba o abajo?
  • ¿Cómo arriba o abajo?
  • Sí ¿dónde está Dios? ¿arriba o abajo?
  • Me va a hacer jugar como al mamboretá ¿dónde está Dios? Y yo qué sé … Dios está en el cielo.
  • Entonces Usted lo imagina arriba.
  • Y … sííí.
  • ¿Se da cuenta? La cosa no era tan simple: algunos creen que está en el cielo, otros que está en la tierra, otros que está en todas partes. Unos creen que tiene forma de hombre … como nosotros. Si hasta lo dibujan con barba blanca, o como un ojo humano. También hay quienes sienten que, como está en todo, no tiene forma y hay gente que piensa que sí existe pero que no podemos saber qué es o cómo es.
  • Pero, amigo, no me la haga tan complicada. Es Dios y listo, esté donde esté y si yo le pregunto si cree en Dios Usté me responde sí o no y santas pascuas. A ver si ahora me va a discutir también las Pascuas …
  • No, si no le discuto nada. Pero, ya que me preguntó, déjeme que le cuente cómo veo las cosas.
  • Y ¿qué importancia tiene? Ta’ bien, que cada uno imagine como quiera y eso no le va a hacer daño a nadie.
  • Y … según. Porque, mire: (y es lo que me parece a mí). Ponga de este lado a los que imaginan a Dios “arriba”. Fíjese que le rezan mirando al cielo. Esos le dirán que Dios es Todopoderoso, que hay que tener “temor de Dios”, que las cosas se deben hacer “como Dios manda” Es posible que, mucha de esa gente sienta que el mundo tiene que estar dominado por los hombres y los pueblos más fuertes y poderosos así como, en cada región, país, ciudad, familia, o en cualquier empresa o negocio. A estos les cuesta entender que existan enfermedades o catástrofes o que mueran gurises y se preguntan “¿cómo Dios, que es todo poderoso, permite que esto pase?” Hasta, exagerando un poco, tal vez algunos se inclinen a aceptar que hay razas superiores o que deben ser consideradas mejores o más puras.

El silencio se hizo largo, los ojos permanecían muy abiertos y la mirada se clavaba en el piso como buscando respuestas que allí no aparecían.

Ponga en otro lado a las personas que no lo ven tanto como todopoderoso sino como omnipresente (digo: como lo que está en todas partes). Esos no esperan “castigos divinos”. En muchas religiones, no rezan tanto al cielo sino que rinden culto a la tierra y, en otras, confían en que Dios les va a brindar alimentos y frutos para subsistir y eso les ayuda a afrontar grandes desafíos. Se resignan a muchas cosas y se rebelan ante los abusos de los humanos.

Esas diferencias se notan hasta en los gustos: los del Dios todopoderoso tienen al progreso como un valor indispensable. Los del “Todopresente” prefieren lo artesanal. Los primeros tienen admiración por los más avanzados y quieren acceder a eso y parecerse a ellos. En cambio los otros, valoran más sus propias costumbres, sus tradiciones, su identidad aunque sea más modesta.

Así seguían cuando salí. Entonces yo era apenas un muchachito. Me acomodé el chambergo, desaté las riendas y monté. ¡Pucha! (me iba preguntando) ¿será por lo que decía este hombre que empiezan las guerras? ¡Mi Dios!

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