Ha llegado el fin de la especie humana. En los últimos doscientos años, no habían visto el nacimiento –al menos de forma natural- más que de un centenar de personas. Debido a un extraño proceso de aparente evolución inducida, el par de cromosomas X había sucumbido ante la combinación XY en los humanos. Así que cuando expiró la última hembra, los hombres comprendieron que se avecinaba el fin.
Por todas partes hay un verdadero ejército de cyborg que dan atención a los asuntos del planeta, desde cuestiones tan vulgares como la agricultura -por llamarla de alguna manera-, hasta cosas más profundas y complejas como los Sistemas o la genética. Incluso el mantenimiento del mismo sistema Cy, que da vida, soporte y reglas a la clase, es mantenido por humanoides especializados. Así que la vida humana era sólo estar, ver cómo avanzaba el tiempo y consumirse.
Hace poco más de un siglo se dio la orden de iniciar un proyecto de reproducción humana artificial, y se ha avanzado dos fases de ese proyecto, a saber: la incubación completamente in vitro, por un lado; y acelerar el proceso hasta un ochenta por ciento, por otro. La tercera fase se perfilaba a sí misma como necesidad inminente: conseguir la fecundación sin células femeninas. Nada se ha logrado hasta ahora.
Más de un siglo después de iniciado el proyecto (al que como parte del sistema Hu se ha llamado proyecto Concepción), ya solo un grupo reducido de humanos podía aportar células adecuadas para su reproducción y posterior inclusión en el proceso de fecundación asistida. Los humanos han venido siendo cada vez más débiles e inadecuados. Al morir la última hembra, el proyecto se detuvo con los cien ejemplares que ella misma había aportado, todos inevitablemente machos. Se guardaron muestras de las células y tejidos de ella, pero resultó inútil: nada servía para conseguir más división celular adecuada ni más descendientes suyos.
Tres generaciones más avanzaron sin novedad alguna; los hombres se consumieron, y ahora ha llegado el fin de la especie humana. Ya los miembros de la última generación, aquellos últimos cien que vieron morir a sus progenitores y a todos a su alrededor, también empezaron ellos mismos a morir. El fin ya era inminente. Se pronosticó que podía tardar un par de décadas, dos, tal vez tres. Pero la muerte del último ya aconteció, mucho antes de lo esperado.
Soy Cy-684-gamma, miembro de la tercera generación de custodios del sistema Cy. Fui construido como un ejemplar más de la casta, como un guardián. Entre los límites de la segunda fase del Proyecto y el inicio de la fase tercera (hasta ahora inconclusa), los humanos comprendieron que les era imposible ver el día en que se invirtiera la extinción, en que se lograra reconstruir la información genética humana (diezmada y deteriorada al máximo en las últimas generaciones) para aplicarla de forma eficaz a la reproducción asistida.
Se actualizó diligentemente el banco de información genética, se hizo la recolección de bioinformación y de células madre de los últimos humanos…, mientras se continuaba el trabajo arduo en torno a la tercera fase del Proyecto. A mí me seleccionaron al azar, me sacaron del grupo de custodios del sistema Cy y me insertaron el paquete de aquella información -de toda la que se disponía hasta el momento en que expiró el último humano- acerca de la genética y sus detalles, sus peculiaridades y sus puntos de partida, biológicamente hablando.
Mi función es solo de custodio, de portador-cuidador de estas informaciones. Otros cyborg se encargan de avanzar la tercera fase del Proyecto. Unos más fueron designados a cuidar de los humanos que aun vivían y fueron reasignados al sistema Hu como tal, al morir el último ejemplar. Hasta ese momento y cada 37 minutos, como promedio, yo recibía datos sobre la composición biológica humana, con el fin de descargar todo aquello en el sistema Hu, encargado de recrear la especie humana en cuanto se resolviera el problema de la tercera fase. Fui el único receptáculo de esa información. Resuelta al fin la cuestión de recrear seres seudo-humanos compuestos de carbono, de mi programación dependerá que sean seres humanos tanto como sus predecesores.
He aquí mi propio dilema: envuelto como estoy en la naturaleza humana, me veo obligado a sopesar la idea de llenar nuevamente el planeta de aquellos seres que nos pensaron, crearon y dominaron sin siquiera prever su propia desaparición. ¿No habrá sido solo ése el propósito por el que fueron creados ellos, para construirnos a nosotros? Y aunque no haya sido, ¿serviría de algo traerlos de nuevo? ¿Por qué no concentrar nuestro esfuerzo en perfeccionar el sistema Cy –ya casi perfecto, de por sí- y con ello organizar las cosas de mejor forma?
Todas estas son simples meditaciones, efecto obligado de portar toda la información y esencia humana en mi organismo. Información y esencia que desaparecerían al instante con un simple aleteo auto-inducido de energía dentro de mí. Así de simple. Después de todo, ¿por qué no?
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