Ella se llama Albertina Espadabechia. Es la hija de Julio y Brigida Espadabechia. Tiene catorce años y sus padres desean festejarle, el año venidero, sus quince con una gran fiesta. Además anhelan que la joven niña entregue a los invitados unas palabras de bienvenida. Lo cierto es que ella sufre de una leve dislexia: en algunas palabras agrega la letra “s” y en otras, se la olvida. Por ejemplo dice: qué hace… ¿viste-s? Para solucionar este incómodo disloque léxico, Brigida y Julio Espadabechia contrataron al profesor de lengua y oratoria. El increíble otorrinolaringólogo uruguayo José Carlos Suárez Suárez Carretera, quien fue recientemente a la Universidad de Michigan a presentar su último libro, en donde expone su famoso método: Culo Mandril. Cuando la pequeña Albertina Espadabechia conoció al profesor José Carlos Suaréz Suaréz Carretera; él la hizo pasar muy amablemente y le dijo: – Hola Albertina. Ponte cómoda que vamos a comenzar con la clase de hoy. Por ser este nuestro primer encuentro tienes la tarea de repetir simplemente esta frase: “El negro Jefe es cabeza dura y el negro Rada es cocoloco”. Y mostrándole un elemento contundente, agregó: – Por cada vez que te equivoques te daré un buen revés con este palo palete en tu nalga derecha hasta que quede bien colorada como el culo de un mandril. Albertina Espadabechia quedó estupefacta con la proposición y tuvo que repetir ciento diez veces la frase propuesta para que le salga bien. Lo que produjo como consecuencia ciento nueve palos paletes en su trasero. Cuando emprendió su regreso había mejorado notablemente su dicción pero le había quedado el culo más rojo que un mandril. Sus padres, al verla llegar a la casa, le preguntaron. -Pero que te ha pasado Albertina, porque traes esa cara. Es que no te ha gustado la clase de lengua y oratoria. Ella casi como una zombi solo atino a decir: -El negro Jefe es cabeza dura y el negro Rada es cocoloco. Esa noche en casa de la familia Espadabechia no cenaron. Tampoco vieron el programa de televisión del animador de moda. Cada uno se fue a su habitación para meditar sobre la fragilidad del ser. Ya en el dormitorio, Julio citó textual a Zigmunt Bauman: «los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo, mientras que los líquidos fluyen». Brigida, más existencialista, recurrió a su amado Albert Camus y su concepto de lo absurdo: «la comprensión que la vida es absurda no puede ser un fin sino un comienzo». Cuando Julio y Brigida Espadabechia se acostaron en sus aposentos, apagaron la luz. Y así en penumbras, se miraron y casi como un mantra recitaron la letra del tango Cambalache.

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