¿A DÓNDE SE FUERON LAS CARICIAS QUE DI?

¿A DÓNDE SE FUERON LAS CARICIAS QUE DI?

ALICIA

17/01/2019

«Hoy necesitas un respiro, las paredes de la oficina te ahogan y las voces mezcladas con timbres de teléfono te crispan. Aunque estés pendiente de cada llamado, porque sabes que puede significar una venta, tan importante en los tiempos que corren. Tus piernas se cruzan y se descruzan, acomodas tu escritorio y miras hacia el ventanal. Tomas el mouse del pc, te ves reflejada en esa pantalla oscura y no te gustas. No hay caso. No te queda más oxígeno y optas por darle instrucciones a tu secretaria.»

—Salgo un rato a los jardines, Irma, si surge algo urgente, me llamas. Pero no lo hagas por algo que pueda resolver luego.

«Respiras con avidez ese aire puro y te diriges hacia uno de los bancos de piedra del parque que rodea al edificio de la inmobiliaria.»

«Te quitas las gafas, cierras los ojos y ofreces tu rostro al tibio sol de otoño.Te preguntas qué te pasa, qué te inquieta a esta altura del año, clave para definir y cerrar negocios.»

«Cuando los abres notas que sentado a tu lado se halla un gato, que te mira con suma curiosidad. Te observa sin mostrar miedo, clava su mirada en tus manos y luego en tu cara. No te resistes y lo acaricias. Se crea un clima que te aleja de todo, meditas sobre las caricias que has dado a lo largo de tu vida y resulta que no ha sido fácil provocártelas, por cierto. Te pones a pensar que si lo haces es porque el momento lo amerita. Como cuando ves acercarse a alguien amado y tu mano se alarga para tocar su mejilla. Como sucede con tu pequeño sobrino mientras te muestra un nuevo juguete. O cuando llegas a casa, te quieres descalzar y no alcanzas a quitarte el zapato derecho porque tu perra se te abalanza buscando tu amor.»

«Para los demás no eres demostrativa con tus sentimientos, pero tus manos dicen lo contrario. Seleccionas de modo instintivo, y depositas caricias en quienes logran acelerarte el corazón. Será por ese motivo, quizás, que vives sola y estás convencida de que es mejor así. Sin embargo, te confiesas que ese silencio que te recibe a diario, a veces lo notas porque ocupa la estancia y lo alejas encendiendo la radio en tu FM habitual.»

«El gato se acomoda al ver que tu mano se aquieta y el gesto te saca de tu interior, ese al que te has transportado.»

— ¿A dónde se irán las caricias que te doy? Me gustas, gato, eres muy bello y temo no verte más. No sé si debí hacerlo, tal vez te vaya a extrañar. Siempre me pasa, no sé si me dejan o soy yo la que deja. Aunque te digo que en verdad me hizo bien que me las hayas pedido.

«Te levantas del banco para regresar a tu escritorio y no lo vuelves a mirar. Temes que el gato te reclame otra caricia, te espera la oficina, y el tiempo se agotó.»

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