“Ella Juega Sola”

Sus ojos veían una sensible niña, la niña veía a un monstruo adulto.

Oneida Pérez F.

Para Frida Kahlo el cuadro representaba su monstruo «La poliomielitis”, en esta historia su significado es otro…

La Muerte se dejaba seducir por esa ciudad cosmopolita. Una ciudad que se vendía ante el mundo como la más adelantada a su tiempo. La arquitectura descomunal, fundida con lo tradicional y lo moderno, los servicios más avanzados a disposición de sus habitantes, novedosas leyes en relación a otros lugares, empleos que beneficiaban y daban grandes oportunidades de crecimiento. En fin, una ciudad de ensueño. Pero como todo, a veces se olvidaban tradiciones o costumbres; según porque estaban en desuso o no encajaban en tanta modernidad implementando otras más ajustadas a la realidad.

En esta historia… La Muerte asumió el nombre de Tazmía, trasformada en una bella mujer inexorable que se paseaba por las ruidosas y transitadas calles, en busca de una buena presa. Para ella, su amor siempre estaba en cama con una gripe inexpugnable. Tenía una misión en su paseo por la eterna eternidad. Sin pausa o improvistos…

Como toda sociedad, a pesar del forcejeo social para cambiar la realidad cotidiana, la familia lo era todo. Unas de las pocas costumbres que había sobrevivido para algunos que así lo decidían, con sus altos y bajos, debilidades y fortalezas; estaba presente como base de la sociedad o a lo mejor era, una cuestión innata que formaba parte de la esencia del ser humano. Ese día La Muerte tocó su puerta…

-¿Dígame con quién tengo el gusto? Respondió la joven madre a la figura en el umbral de su puerta. Una mujer sencilla, casi en extinción por su anegación a su hogar en esos tiempos modernizados.

-Yo soy Tazmía, La Muer….

Interrumpiendo, entró corriendo una pequeña niña para sujetarse del vestido de mamá. No sin antes expresar una tierna sonrisa a la desconocida. Todos a su contacto parecían aletargados ante su terrible y verdadera cara. Ella había escogido a su próxima víctima, y residía en esa casa.

La madre la invitó a entrar para tomar café y unas galletas de miel recién horneadas. La Muerte un ser etéreo, entró con toda su frialdad y benevolencia para encontrarse con el grupo familiar. Tazmía era un eufemismo que simbolizaba la porción de granos que llevaba cada uno, entre quienes se repartían los diezmos de las contadurías de las iglesias catedrales. De algún modo, ella repartía a su paso su diezmo como el término de la vida, final del organismo vivo que se había creado a partir del nacimiento.

Pasadas las horas, el padre llega de su trabajo como todos los días e igual que su esposa e hija no le pareció extraño la imprudente y atrevida visita. Al contrario, saludó afectuosa extendiendo su mano en señal de educación. Tazmía ya conocía todos los sentimientos que guardaban madre e hija. Para cuando llegó el turno del padre dio cuenta del porqué de su preferencia con esa casa.

Como una diosa hechicera entre el cruce de manos, el padre quedó embrujado tal títere de madera, reflejando a la temible visita toda su cobardía, repugnancia e inhumana alma podrida con disfraz de padre. Zigzagueando, ella no lo soltó y simplemente sujetó con mayor fuerza su asquerosa mano, y mirarlo a los ojos para mostrarle su verdadero rostro escalofriante y perturbador; al infame que caía sin ninguna gota de vida en su cuerpo. La madre despavorida gritaba tratando de revivir a su amado esposo. Un hombre que para ella era un ejemplo de padre y la mejor pareja que una mujer podía desear. Un ejemplo ante cualquier sociedad. Un ganador…

En cambio, la pequeña niña ni siquiera se inmutó. Quedó estática, ceñida a su mundo paralelo. Un mundo del que nadie se había dado cuenta, un mundo que había creado a pesar de su corta edad de ocho años; a causa de los abusos físicos y violaciones a su pequeño cuerpo por parte de su padre. Sí, ese “maravilloso padre” que entraba algunas noches a su habitación para saciar al monstruo que envenenaba su mundo y la hacía resguardarse en una célula de su cerebro donde todo era como debía ser.

A pesar de todo, la madre trataba de ayudar a su esposo, sin tener la más mínima idea del verdadero monstruo. Tazmía levantó a la sumisa mujer para que abrazara a su pequeña hija, que parecía haber olvidado y sólo esperaba abrazos y consuelos. Luego, les dijo:

-Adiós. Tengan un buen día.

La madre sollozando quedó sin respuesta. La niña por su lado le respondió:

– ¡Adiós MUERTE! ¡Gracias!

Una respuesta tan ocurrente por la pequeña. Aún a pesar, que La Muerte llevaba un velo que cubría la verdad de su esencia y presencia para con ellas.

La Muerte no conocía la vida y mucho menos el amor. Mas ese día, la VIDA había entrado a esa casa instalándose con fuertes raíces y sólidas bases. A pesar de no llevarse al que en verdad tenía en su lista… Vio una esperanza en una niña que yace muerta por dentro desde hace unos años y ahora en adelante iba a florecer sanando sus viejas heridas y curando su corazón.

Jean-Paul Sartre “todo lo que existe nace sin razón, se prolonga en la debilidad, y muere por casualidad”.

Y así partió, abandonando en el suelo su deplorable víctima. La que no estaba pronosticada para ese día y que por su alma trastornada, tuvo que adelantar. Continuar por los caminos trazados con pasos erigidos, crueles e ineludibles. Dejando en su senda dolor y sufrimiento para algunos y para otros sanación, esperanza de una vida mejor… Transfigurando una muerte que no conocía el amor, en Muerte Enamorada.

Ayn Rand “Piedad por el culpable es traición al inocente.”

Así de complejo es el ser humano… Así de complicadas son las ciudades… a pesar del progreso y modernidad no han podido acabar con los vicios que corrompen a las sociedades.

¿Qué piensas?

Derechos Reservados.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS