Armisticio
Anoche levanté las manos, ojos culpables y mirada perdida. Quise salvarnos a las dos, pero toda la poesía era mía. Si las bajé fue porque lo sabía: estaba firmando mi sentencia en vida. Entre fatiga y gritos te recordé, Chico: «Papá, cuéntame otra vez». Amigo, no querían arena de playa, sino sangre derramada en los...