Aquí o allá, conmigo

Aquí o allá, conmigo

Abril 2003

Soy tan solo una adolescente con una guía de viajes, y estoy empecinada en cruzar el Atlántico.

Abril 2005

He ahorrado hasta el último céntimo, incluso renegado de mi feminidad (tengo el pelo corto). Me gustaría no tener que mostrar el pasaporte.

Agosto 2005

Por fin, después de aferrarme al bolso y no pegar ojo por miedo a los carteristas, tras tres escalas he llegado a Canadá. Estaré sola durante treinta y seis días.

No llego a captar ese «fucking eh!» Y me siento realmente frustrada. De nada sirvieron las clases de inglés, aunque estoy rodeada de catorce chicos. Hay un lenguaje universal.

Sin gofio para el desayuno, me harto a donuts con crema de cacahuete y bollos de canela recién hechos, adicta al café y a las tortas de arce paro en cualquier estación de servicio. Me siento hinchada, he ganado algún que otro kilo.

He conducido durante días, durmiendo en el asiento trasero de mi furgoneta de alquiler. He recorrido una distancia que no sé calcular, los ahorros se me han ido en cada tanque lleno de gasolina.

De noche bajo la niebla y las luces de carretera me he topado con un reno, hasta entonces solo en las postales de Navidad. Ahora, a los pies de una hilera de montañas, Las Rocosas. Después de subir y casi quedarme sin aliento, encontré pozos de agua cristalina azul cerúleo, el sonido del deshielo. Aún tengo la piel de gallina, nadie me advirtió el agua estaba helada.

Estoy perdida en el bosque, he acampado entre sus árboles y siento como una estampida, la esencia del Viejo Oeste con sus mil y un vaqueros. Me aterra la oscuridad.

Septiembre 2005

¡Vuelta a casa!

Regresar también es un gran viaje, el preludio de una gran experiencia que acaba cuando arrastras la maleta del recuerdo de 20kg y algo de exceso.

Ya en mi TIERRA, incluso siento, se respira distinto, la brisa del mar que musita a las montañas, el contraste verde piélago. Ya entiendo, me entienden, puedo hablar. Allí está mi abuela, de rostro pálido, terso y castigado. Sus manitas achuchadas me dan la bienvenida.

Vivir en una isla, además pequeña, deja de ser una contrariedad. Alberga todo cuanto podrías anhelar, y yo que nací en su ciudad natal canto sus versos, durante media hora de trayecto:

Besos de mujer canaria

queso tierno y recental,

vino caliente de abajo

el gofio moreno oliendo.

¡Qué más puedo desear!

Febrero 2012

Hasta entonces me ha gustado viajar sola y sin ruta ni horarios, por eso de escapar de mi realidad, esa que te atrapa los 365 días del año. Esta vez viajo con un grupo de amigas.

Despistadas sentadas en un andén, con el tren de destino justo delante, sin entender ni una «parola». Me atiza las mejillas un viento seco y aterido, con la barbilla hundida entre mi abrigo.

Por fin, en Venecia, en pleno Carnaval, entre la multitud enmascarada. Temerosas en un laberinto que flota sobre el agua. Bajo un cielo oscuro y un bullicio callado, sin saber quién espera al doblar la esquina, corre tras nuestros talones, un señor mayor con bastón, historias de Al Pacino. Suspiramos al unísono tras la puerta del hostal.

Sin dinero y sin trabajo no hay historias de viaje que contar, quizá un poco de historia de la recesión económica.

4 años más tarde… Junio 2016

He invitado a mi reciente tía viuda a hacer una escapada a Holanda, por eso del mar de Tulipanes.

Me suscita interés cómo va a conciliar su casta vida entre las luces rojas de Ámsterdam, con resignación y la boca abierta, supongo.

A ella, tan solo el color y fragancia de los campos de tulipanes, de cualquier flor florecida de cualquier parterre, le fascina.

Después de una larga cola he tenido que visitar a prisas, bajo su tediosa e inquisitiva mirada, el arte de aquel que perdió la oreja, el de la edad de oro, el Proyecto Felicidad entre muertos, etc. El cupcake sigue sin hacer efecto. Ella está cansada de andar, de esquivar bicicletas, casi jadeando y con el bolso lleno de fruta barata del tiempo (lo único asequible para su bolsillo) mendiga volver pronto a la habitación del hotel para rezar su Padre Nuestro. No está acostumbrada al desfile de cuerpos desnudos, y es vegana.

Septiembre 2017

Mi tía está fuera, cuidando su pequeño jardín, ya brotaron los bulbos de narcisos y calas que trajo de aquel mercado de flores. Yo estoy planeando mi próximo viaje.

No sé si retomar donde un día comenzó la historia, ahora con el pelo largo.

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