Se sentó a esperar el tren, con la misma maleta raída que lo acompañó desde aquella vez, que se despidió de sus padres y con sus ojos anegados de llanto arrancó a la Capital a buscar nuevos rumbos.

Nada ha cambiado, la misma estación a la orilla de los cañaduzales del Gran Ingenio y la ansiedad por viajar. Fumó, releyó los artículos del periódico, rezongó por varios minutos que se convirtieron en horas y sacó por instantes el reloj de plata que le había regalado su mujer antes del viaje.

El tren tardó como nunca. Al acercarse un extraño, preguntó :

— Disculpe señor,tendría la amabilidad de decirme ¿a qué horas pasó el último tren? —

_ la hora no lo sé.El último tren que pasó por Villaviciosa fue hace 50 años, como en la época de los Pinilla.

Esta vez, el viejo Sacramento Domínguez no pudo visitar a su esposa.

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