Recuerdo aquel día de viaje en las vacaciones de hace algunos años, viaje que cambió mi forma de ver las cosas, de ver el mundo.

Recorríamos la sierra norte del estado de Puebla, en México, habíamos llegado aquí gracias al trabajo de papá. Salimos de California hace una semana y nos quedaríamos por unos cuantos días mas.

El auto descendía por curvas muy pronunciadas, veíamos pasar casas, iglesias, animales y a alguno que otro niño trabajando rellenando hoyos de la carretera con tierra que recogían de los lados.

Nuestro destino era un pequeño pueblo llamado San Felipe Tepatlán, íbamos para realizar uno de los muchos estudios socio económicos que mi padre presentaba a la revista donde trabajaba.

El pueblo no era muy grande, de hecho no era nada grande, desde la cima de la colina que le servia como entrada se podía ver sin problemas toda su extensión. Unas cuantas casas aquí, una escuela que servia de primaria y secundaria allá y un par de iglesias mas allá.

En el centro de todo ese lugar había un área asfaltada, que era la única del lugar y que servia a veces de cancha de fútbol para los jóvenes que asistían a clase y a veces de teatro del pueblo donde se celebraban las fiestas patronales y los bailes públicos.

Fue ahí donde conocí a Jorge, un niño indígena de los muchos que poblaban ese lugar. Jorge era diferente a todos los niños que ahí pude ver. Mientras ellos jugaban Jorge se mantenía sentado en una orilla, con la mirada fija en unas cuantas monedas y con una libreta bajo el brazo.

Pude ver que luchaba por realizar unas sumas sin equivocarse. Cuando me acerqué a él escondió sus escasas monedas e intento huir corriendo con sus pies descalzos. Pude detenerlo, por suerte, y preguntarle que es lo que estaba haciendo.

Al principio se veía asustado, pero poco a poco fui ganando su confianza. Él me platicó que contaba lo que había ganado trabajando en la cosecha de café, que intentaba ver si con eso le alcanzaría para comprar lo necesario para que su madre y el pudieran comer.

Al oír eso me sentí fatal. ¿Cómo era posible que un niño tuviera que trabajar para alimentar a su madre?, ¿dónde estaba el padre?, Jorge solo se limito a bajar su mirada.

Pobre de Jorge, ademas de la preocupación de no salir mal en la escuela tenía que trabajar para sobrevivir. Eso me hizo pensar en mi mismo, con todos esos lujos innecesarios y exigiendo todo cuanto quería.

Eso estaba mal, yo estaba tan mal. Le pregunté a Jorge que haría al salir de la escuela, si seguiría estudiando o se dedicaría a trabajar. Jorge contestó que ambas, que quería estudiar la secundaria y el bachillerato, y que posteriormente le gustaría estudiar algo relacionado con el dinero, para poder ayudar a los chicos como él.

Hoy, unos años mas tarde, me llena de felicidad contarles que he logrado graduarme en la licenciatura de economía y desarrollo sustentable, en parte gracias a mis padres y en parte gracias a la inspiración que me dio Jorge, ese chico que conocí en la sierra norte, ese chico que hoy se sienta a mi lado en la ceremonia de graduación, con su diploma en una mano y en la otra, la mano de su madre.

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