VIAJE HACIA LA INTROSPECCIÓN

VIAJE HACIA LA INTROSPECCIÓN

Julia Robles

02/09/2017

Cuando me dirigí hacia aquel tren no sabía en qué dirección me llevaría, pues había cogido un billete con destino desconocido; prefería ignorar su recorrido así como su parada final.

Subí dejándome llevada por un impulso. Y al entrar sentí algo extraño que me erizó los vellos del alma.

El silencio dejaba oír una respiración semejante al de una persona que duerme hiperventilada.

“Eso es cosa del tren parado”, me dije.” Por qué te alteras por nada. “Relájate” Qué manera de ponerte nerviosa sin motivo”, seguí diciéndome. Y comencé a recorrer el pasillo de la derecha, pues algo me decía que esa era la dirección donde encontraría mi compartimento.

Fui pasando de uno en uno comprobando que no había nadie.Nada, no se oía nada, salvo aquella respiración intensa e inquietante; y los latidos de mi corazón que intentaba silenciar; pues estaba en esa fase en la que en el fondo no se le da crédito a lo que sucede. Esa línea tan sutil entre creer que sólo es una mala pasada de la imaginación, o decidir que en verdad es una realidad espeluznante.

Seguí caminando algo más deprisa, mirando todos los compartimentos que se hallaban vacíos hasta que encontré el mío.

Pasé sospechando si es que me habría metido en un tren equivocado que acababa de llegar, pero pronto comenzó a iniciar la marcha. Entonces, sentí una gran turbación y tuve la necesidad de recorrer los vagones y ver por mí misma qué estaba sucediendo.

El ruido de la máquina en movimiento se hundía en mi mente: tranca tran, tranca tran, tranca tran, o era taqui car, taqui car, taqui cardia…

Decidí recorrer el tren de un extremo al otro, pero no conseguí encontrarme con ningún pasajero. ¿Qué quería buscar? Ciertamente no había nadie. Y regresé a mi compartimento rendida.

Me senté cabizbaja y eché un vistazo por la ventanilla. Todo era yermo.Había una niebla que apenas dejaba distinguiralgún árbol que otro, seco y erizado, como si el dolor los hubiera enfermado. Luego el sol comenzó a ponerse, y la niebla se disipó dejando a la vista más dolor y disipación. Casas que no muy lejos caían como naipes movidos por un soplo, en un paisaje de piedras y fuego.

Fue cuando comprendí que el terror me acompañaba. Aquella soledad me recordó lo desprotegida que me encontraba de niña, tantas veces sola.

De repente el tren comenzó a aminorar la marcha. Y oí su chirrido hasta que paró.

Me dirigí hacia la salida con intención de bajar. Pero alguiensubió. Sus pasos pisaban con fuerza y veníanen la dirección en la que yo me encontraba. Por fin tendría compañía?

Sin embargo aquellos pasos dejaron de oírse.Debía encontrar a la persona que acababa de subir. Y caminé hacia la salida. No obstante el tren volvió a iniciar su camino, y retrocedí de nuevo hacia mi compartimento decepcionada a la vez que extrañada. Pero al llegar allí, lo encontré de espaldas, y…¡Dios mío! Era un hombre muy alto, con un abrigo negro hasta los pies y aquella cabeza pequeña, sin pelo alguno, que le marcaba mucho el cráneo; con unas orejas excepcionalmente grandes y una piel de color violáceo que le daba un aspecto más lúgubre.

Lo que hizo me dejó sin aliento. Cogió mi maleta con aquellas manos que parecíanpezuñas, y empezó a doblarla y a doblarla como si fuera de papel hasta convertirla en el pequeño tamaño de una tarjeta que se metió en un bolsillo del abrigo.

Después sevolvió hacia a mí, en cuyomomento pude observar su rostro anguloso con una frente muy prominente, una nariz que parecía un cucurucho remangado y una boca muy pequeña en forma de o.

Pero lo que más me atrajo sin lugar a duda fueron sus ojos redondos como botones y de un negro carbón que no dejaban de observarme fijamente, como si quisieran penetrar en mí.

Mi voz temblorosa apenas pudo articular palabra cuando le pregunté

_Qué… ha… hecho… con mi maleta? _

Sentí que me iba a desvanecer, y que aquello si es que era una alucinación, era tan real como la vida misma.

En ese momento me quedé petrificada observando como sacaba su boca en forma de tubo hasta que pude oír su voz. Una voz que parecía salir del diafragma con tono profundo y quebradizo

_ Para qué quieres el equipaje. Estando conmigo no iras muy lejos.

_ Pero.., ¿quién… es usted?_le interrogué de nuevo. Y él esta vez me contestó pausadamente, con una sonrisa irónica, desde su boca tubular torcida, que estremeció todo mi ser.

_¿Qué sientes?

“Miedo a la muerte_ Pensé sin decir palabra- al sufrimiento, a la soledad…a la locura”.

Sin querer comprender lo que me estaba sucediendo eché a correr hacia la salida más próxima y el tren volvió a reducir la marcha, hasta parar.

Fue cuando bajé huyendo de aquel infierno,pero era tal el deseo de llegar a la superficie que tropecé y me vi en el suelo, golpeándome la cabeza con unos raíles que se separaban de los de la diabólica máquina que había conducido mi ser hacia aquella extraña experiencia.

Apenas pude incorporarme medio inconsciente cuando noté que él seguía conmigo, que me cogía entre sus brazos, en cuyo momento oí su voz demoníaca cercana a mi oído.

– Jamás podrás deshacerte de mí huyendo.

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