Tenía 20 años, era mi primer trabajo, mi primer mes y el primer sueldo.

Puse mi cama en un taxi y me fui de casa de mi madre un día de lluvia, mientras ella me decía que no volvería a hablarme nunca más si salía por esa puerta.

No sabía que me motivaba más, si salir de casa o no saber de ella “nunca más”.

Un año me duro la independencia, un año de duro trabajo en aeropuerto, con turnos de madrugada, estibando aviones y subiendo carga. Al final tenía en una mano mi carta de despido y en la otra, un pasaje a Bélgica, que me habían entregado como compensación, eso era todo.

Nada me costó desarmar mi departamento de soltera, armar mis maletas y embarcarme a Bruselas, dejar a mi padre en lágrimas, a mi madre llena de advertencias y un novio que me pedía quedarme. Como dudar en irme cuando tenía el mundo a mis pies, y USD 500 que mi padre me regalo con gran esfuerzo.

Tres días de viaje, eso me costó llegar a Bruselas, desde Santiago de Chile a Miami, de ahí a Nueva York y esperar 12 horas en aeropuerto, con pasajes liberados siempre eres la primera opción para bajar en caso de sobreventas. Luego a Glasgow, de ahí a Londres, 7 horas esperando y finalmente a Bruselas en Sabena, toda una travesía. Me esperaban mis hermanos en el aeropuerto, flores y abrazos.

Un mes después trabajaba como digitadora en un banco, feliz salía del departamento de mi hermano en metro Petillon, y me iba a MI trabajo, donde ganaba MI plata, donde había llegado YO sola a Europa. Paseaba por el parque Cincuentenario, tomando helado en un caluroso mes de septiembre, mirando la arquitectura de las casas y sintiéndome inmensamente feliz.

En dos meses ya tenía un novio belga.

En tres me había ido de casa de mi hermano, y residía en casa de mi novio.

En un año trabajaba como femme de menage, interna en casa de unos abuelos. Ya había conocido a cuanta sudamericana vivía en la ciudad y los lugares donde se juntaban, mi novio me había llevado de paseo a Ámsterdam, Luxemburgo, Colonia, Paris, y yo lo único que quería era trabajar en algo que me gustara y estudiar. Las palabras de mi madre empezaron a hacer eco en mi mente.

El 25 de diciembre, figuraba yo sola en casa de los ancianos donde trabajaba, la familia había salido a celebrar fuera de casa, y yo estaba conversando con el único novio que tuve, diciéndole que la casa crujía demasiado y había mucho ruido, no sabía si era por la lluvia y viento que había o porque la casa era muy vieja, según mi novio, eso era.

De tanto conversar por teléfono me levante y mire por mi ventana, que estaba al otro extremo de la gran casona y desde donde veía la ventana de las habitaciones de los ancianos.

Pálida quedé cuando vi esas ventanas abiertas de par en par, golpeándose contra los marcos con el viento, ¡horror, habían entrado y yo sola!!! Mi novio me dijo cierra tu puerta con llave y no salgas, voy hacia alla.

Tres horas después estaba toda la familia, los ancianos, mi novio, el papa de mi novio, la policía y yo sin documentos. Ha y si, la casa desmantelada, se robaron hasta los tapices de las paredes.

Me salve de ser extraditada solo por la intervención del anciano y del padre de mi novio.

En un mes me dieron dos sueldos y las bendiciones, mi novio y yo compramos pasajes en tren y nos fuimos de mochila, paseamos por Basel, Zúrich, Milano, Brindisi, Patras, Atenas, de regreso pasamos por un pueblito entre Patras y Atenas, me caí y pasé una noche en un hospital en Brindisi, Salí enyesada de la pierna izquierda. Nos fuimos a Venecia, de regreso a Zúrich y finalmente Bruselas.

En un mes estaba sentada en un local de oratoria de una estación de metro, con música de coros gregorianos pensando que hacer con mi vida.

En todo ese tiempo, más de dos años, había hablado más de un par de veces con mi madre, entre otras cosas, enviarle plata, decirle que me casaba, y después que no me casaba, y finalmente decirle que me regresaba. A esto ultimo solo dijo, a tu casa llegas.

En dos meses estaba volando en Aeroflot rumbo a Santiago de Chile, esta vez me demore solo 1 día.

Al mes estaba trabajando en Air France, mi madre seguía igual, yo diciendo blanco y ella negro, yo saliendo y ella queriendo amarrarme.

Han pasado 26 años. El resto es historia.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS