MISTERIO EN LA PLAYA GORETTI

MISTERIO EN LA PLAYA GORETTI

Se decía que en esta playa había lingotes de oro escondidos, ¡conseguir uno era mi misión! De inmediato mis manos se introdujeron en la arena y con premura comencé a mover la mayor cantidad posible para encontrar alguno – la emoción estaba al máximo -. A los pocos minutos las gotas de sudor nublaban mi vista y mis brazos se adormecían, aún así, continué escarbando por horas.

Los periodistas se dieron cita para atestiguar el acontecimiento al igual que cientos de curiosos. En la isla Goretti habían reunidas alrededor de setecientas personas buscando lo mismo que yo.

Cuando cayó la tarde mi energía disminuyó de manera significativa, asimismo ya éramos pocos intentándolo, de hecho la mayoría había desertado.

El calor persistía, la sed aumentaba y mis extremidades dolían como nunca, no estoy exagerando; parecía que el cansancio me vencía, sin embargo, quería obtener el ansiado oro y esta era una oportunidad única, así que no descansaría hasta lograrlo.

Después de un tiempo me puse de pie, mis piernas se tambaleaban y comencé a sentir un ligero mareo, además mis manos sangraban (el dolor era agudo). Los paramédicos me recomendaron claudicar, yo descartaba la idea, me parecía una completa tontería rendirme, entonces hice una pausa; mientras bebía la mayor cantidad de agua posible para refrescarme, reflexionaba al respecto; a estas alturas la emoción me embargaba, mi cuerpo me manifestaba que no podía más, pero mi mente me indicaba lo contario.

A pesar de lo débil que estaba hice caso omiso y decidí continuar, así que con el poco aliento que me quedaba retomé la búsqueda; en esta ocasión cambié de posición, es decir, me dirigí a la orilla del mar. De nuevo comencé la hazaña, tras varios intentos mis dedos se toparon con algo frío, entonces cerré los ojos por unos segundos (en realidad no me emocioné al momento, pues ya me había pasado antes que había encontrado piedras o conchas en lugar de lo otro); al abrirlos desenterré el objeto. ¡Esta vez sí era lo que yo anhelaba!

La felicidad se hizo presente.

En seguida abracé el lingote y me desplomé en la arena, me sentía como un niño cuando recibe regalos de Papá Noel o los Reyes Magos; de inmediato toda la gente se arremolinaba a mi alrededor.

El alboroto revestía el ambiente.

La sensación de victoria era increíble, no pude contener las lágrimas y me arrodillé.

Fui el último afortunado en conseguirlo.

Yo creo que fue obra del destino.

Todo era risas y festejo cuando de pronto se oyó un grito desgarrador, yo creí que se trataba de algún concursante que reaccionó así al enterarse de que el último tesoro había sido encontrado; qué equivocado estaba…

El evento fue empañado por algo trágico: el hallazgo de un cadáver. Al instante todos corrieron a la escena.

Una señora se había alejado de los concursantes unos momentos antes para fumar y ella fue quien encontró el cuerpo en la arena. Dijo que al agacharse para recoger la colilla del cigarrillo se topó con algo duro y trató de desenterrarlo, asimismo se percató de un olor desagradable y al iluminar con su celular se dio cuenta de que se asomaba el cuerpo de alguien (lo que había tocado primero había sido la cabeza).

La mujer tuvo un colapso nervioso y fue auxiliada.

Así comenzó el caos, en seguida las autoridades intervinieron y cerraron el área. Los reporteros tomaban fotos sin descanso, los policías a su vez trataban de impedirlo.

El terror se apoderaba de cada uno de los presentes. Unos decían que a lo mejor el asesino seguía en el lugar o peor aún, que tal vez pensaba atacar de nuevo.

La histeria continuaba.

Yo guardaba la calma, pero la sensación de incertidumbre era asquerosa. A mi parecer cualquiera era sospechoso, incluso observaba cada rostro esperando encontrar al culpable.

Los rumores iban y venían, una joven aseguraba que en la mañana vio aquel hombre con vida, otra persona la secundaba, pues también declaraba que lo distinguió en las gradas junto con su esposa e hijos; otro señor creía que su rostro se le hacía conocido; en fin…

Los policías trataban de calmar a la concurrencia sin éxito alguno. Todos querían irse, sin embargo, el agente a cargo nos pidió tanto a los concursantes, asistentes como trabajadores rindiéramos nuestra declaración.

La identidad del sujeto encontrado era desconocida.

Ya cuando pudimos dejar el sitio no había información fidedigna al respecto.

Al paso de unos días nadie había reclamado el cuerpo, cuestión que hacía la situación aún más desconcertante.

Ese verano fue mágico por lo que obtuve y a la vez de lo peor (por lo que pasó).

Lo que sí sé es que jamás olvidaré ese viaje.

Sólo espero que algún día se pueda resolver el misterio…

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