Otro destino, que felicidad. La expectativa apremiante de llegar y ver de una forma nueva y única tierras hoyadas mil veces por quienes que te precedieron en la aventura, saber que el alma viajera se desplaza feliz en medio de lo que para otros podrían ser vicisitudes y para ti es un placer y una ocasión de liberarte de la monótona realidad que te ancla a un solo lugar de este planeta que quieres conocer hasta dónde tus fuerzas te lo permitan.

El paisaje verde lleno de vida de la región sinuana, poco a poco se va transformando en zona de ciénagas al pasar por esa joya del bajo Sinú con un nombre tan hermoso como sonoro: «Santa Cruz de Lorica«.

Luego, y sin que la transformación se detenga; el suelo en homogéneo y constante cambio pasa de un verde oscuro a un tono amarillento y marrón, con mayor escasez de vegetación y entiendes que estas lejos de tus fértiles valles, y que estas pasando por el departamento del Atlántico, el clima, con una temperatura que promedia los 34°C hasta ahora, ha pasado de una humedad que te envuelve y se pega entre tus ropas y tu piel, a un clima seco y en apariencia mas fresco con mayores brisas que atenúan el bochorno propio de la costa Caribe de mi bello país.

Han pasado 5 horas desde que iniciaste tu travesía; ahora con el mar como escenario acompañándote a tu izquierda, sientes la brisa y el salitre que te golpea el rostro y una sensación de libertad que te evidencia y te grita fuertemente la dicha y la fortuna que tienes de estar vivo; la vegetación vuelve a un verdor intenso y la topografía cambia, se transforma en una selva que trascurre a lado y lado del camino, y entiendes porque la zona del Tayrona es una de reservas ecológicas mas importantes del continente, la temperatura baja a unos 25°C y el paisaje es inenarrable, la belleza de la naturaleza se muestra en todo su esplendor y aún cuando sentirás el deseo de quedarte allí, has de permanecer consistente en tu meta y continuar con tu recorrido.

Ya la meta se acerca, el suelo vuelve a cambiar, la vegetación abundante y las montañas desaparecen dando paso a un terreno de planicie desértica, con vegetación de tunas, arbustos espinosos y cactus, caminos largos y polvorientos que anuncian la llegada a la región de la Guajira, región con población nativa de nuestro continente, quienes han permanecido incólumes ante la invasión y la mezcla producto de la misma conservando gran parte de su bagaje cultural, tradiciones, costumbres y creencias; reacios al forastero y con mucha razón desconfiados del mismo, dueños y señores de una región mágica, en donde los espíritus moran sus tierras y el misterio es el amo de ese territorio fantástico.

Llegarás al cruce del tren en «Cuatro Vías», un sitio digno de una vieja película del oeste, y andarás paralelo a la ruta del tren, un tren que es un monstruo rampante en una inacabable linea recta, cuya cabeza se perderá en el horizonte sin que hayas visto aparecer su cola. Espero que para ti, así como lo fue para mi, sea de por sí un espectáculo digno de recordar mientras vivas.

Luego de hora y media de viajar paralelo a los rieles, girarás a tu izquierda, e iniciaras el tramo final a tu destino, harás tu desvío en un solitario punto en el desierto, un gran cartel de concreto te indicará la ruta a seguir, y solo el camino sera tu compañía hasta que llegues al mar, a tu destino en un misterioso paraíso llamado «El Cabo de la Vela» y te habrás de rendir al contemplar la majestuosidad de uno de los sitios mas venerados por residentes, emblema y sitio obligado para quien desee conocer las maravillas de nuestro país.

Sí eres incrédulo cómo yo lo era; para ti no será más que otro punto muy bello de la naturaleza, de los muchos que hay en este planeta. Tendrás que esperar al día siguiente, y antes de despuntar el alba; te dirigirás en sentido opuesto a la orilla del mar, a unos 200 mts empezarás a internarte en el desierto, a unos 400 mts será un punto optimo, allí te sentarás sobre la arena, y solo, ante el desierto que te rodea, esperarás a que el sol despunte.

Respira, deja que tu mente se libere, hazlo con el conocimiento de estar meditando en un lugar que para los nativos es, según ellos, el punto de encuentro del mundo de los espíritus con el mundo de los vivos.

Debes estar atento, de pronto, y sin avisar, allá a lo lejos, en el limite difuminado en donde el desierto se une con la bóveda celeste, empezará a salir el primer rayo de luz.

Herirá como un relámpago la oscuridad reinante, rasgará las nubes y se deslizará por el desierto en el que te encuentras, a continuación otro haz de luz sucederá al primero y así continuará hasta que el astro solar surja y descubra ante ti, la mágica tierra de la Guajira, en ese breve lapso de tiempo (sí te ocurre como a mi), sentirás el poder de la naturaleza; será no solo una sensación visual, lo sentirás en tu carne, entrará a tu mente, percibirás el poder de la madre tierra, la fuerza avasalladora del poder de la creación, y entonces, y solo entonces sabrás y entenderás lo que es una Epifanía.

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