NOSTALGIA

“Guárdalo todo ahí, en el armario”, me dijo de forma impositiva y determinante. Y así lo hice. Esta vez le faltó comentar, como otras veces: “eres una sentimental”.

Ahí quedaron los planos, las notas tomadas de manera rápida en la servilleta del bar (“autobús nº 3; bajada en la plaza de los cerezos”) o aquellas otras manuscritas en el margen del folleto del Museo Nacional de Escultura. También mi breve diario, donde además de las impresiones ya compartidas, señalaba lo que quedaba allí, en el fondo del corazón. Las fotos nunca quedarían amarillentas, ni podrían asomar entre los demás objetos porque quedaron atrapadas en ese soporte frío y gris que conservo en el bolsillo…aunque muchas de ellas ya subieron a la nube. Sabía que también estaba allí. Si. Ese apunte que un pintor de rasgos orientales nos hizo mientras comíamos riendo despreocupadamente en aquella terraza luminosa, donde nos escuchábamos; donde fundimos nuestros aparentes fracasos y los convertimos en fuego. El apunte, hecho a sanguina representaba el puente que teníamos a nuestra derecha. Hizo bien en no representarnos juntos; hubiera sido mortal.

Ahí quedó todo eso… y ahí sigue. El armario tiene llave. No me atrevo. Sospecho que si lo abro, esas calles, esas notas, la fuerza de los escorzos sufrientes, la luz absolutamente cegadora de la plaza y el puente, vendrán a mí. Vendrán con tal fuerza, que mi corazón quedará traspasado como por espada de doble filo.

Quizá tenga razón cuando me dice: “eres una sentimental”. Lo que no sabe es que, todavía, deseo seguir viva.

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