Cosas Que Pasan En La Vida

Cosas Que Pasan En La Vida

Juansebasth

08/07/2017

El hombre no tiene una sola y única vida, sino muchas, enlazadas unas con otras, y ésa es la causa de su desgracia.

Todo el mundo creía que estaba muerto. Cuando se publicó mi libro en 1988, hacía casi sesenta años que no se tenían noticias de Miguel Ariza

Salvo un puñado de historiadores y aficionados al cine mudo, pocos parecían conocer siquiera su existencia. Doble o nada, la última de las doce comedias breves que realizó a finales de la época muda, se estrenó el 23 de noviembre de 1928. Dos meses después, sin despedirse de amigos ni conocidos, sin dejar una nota ni informar a nadie de mis planes, sali de la casa que tenía alquilada en Buenavista y no me volvieron a ver más. Mi auto del 90 era un franante convertible rojo hecho con wisky y malas decisiones. El seguía aparcado en el garaje; el contrato de arrendamiento no vencía hasta tres meses después; el alquiler estaba pagado en su totalidad. Había comida en la cocina, whisky en el mueble bar, y no faltaba ni una sola prenda de ropa en los cajones de su habitación. Según Los periódicos del 18 de enero de 1929, era como si hubiese salido a dar un paseo y fuese a volver en cualquier momento. Pero no volvió, y a partir de entonces fue como si a Miguel Ariza se lo hubiese tragado la tierra.

A raíz de su desaparición, Hubo rumores durante varios años sobre lo que le había ocurrido, pero ninguna de aquellas conjeturas llevó nunca a parte alguna. La más verosímil fue —que se había suicidado o había sido víctima de alguna fechoría— no se podían ni demostrar ni descartar, ya que nunca apareció el cadáver.

Otras explicaciones sobre el destino de Miguel eran más imaginativas, daban más cabida a la esperanza, estaban más a tono con las implicaciones románticas de un caso así. Una de ellas afirmaba que había vuelto a su Argentina natal y dirigía ahora un pequeño circo de provincias.

Otra, que se había hecho miembro del partido comunista y se dedicaba con nombre supuesto a organizar a los obreros de las centrales lecheras de Utica, en Barranquilla otra más, que con la Depresión se había convertido en un vagabundo del ferrocarril. Si Miguel hubiese sido una estrella más importante, sin duda las historias habrían persistido. Vivo aún pensando en las cosas que se decían de él, poco a poco se habría transformado en una de esas figuras en la que uno sabia que podía confiar plenamente en el que habitan en las zonas recónditas de la memoria colectiva, en una representación de la juventud, la esperanza y los diabólicos reveses de la fortuna. Pero nada de eso ocurrió, porque el caso es que Miguel estaba sólo empezando a causar impresión en España cuando su carrera se truncó. Llegó demasiado tarde para aprovechar sus dones plenamente, y no permaneció mucho tiempo para dejar una huella perdurable de su legado y de lo que era capaz de hacer. Pasaron unos años más, y el público fue dejando de pensar en él. Hacia 1932 o 1933, miguel pertenecía a un universo extinto, y si había dejado algún rastro, sólo era en forma de nota a pie de página de un libro ignorado que ya nadie se molestaba en leer. Ahora las películas eran habladas, y las espasmódicas comedias del pasado estaban olvidadas. No más payasos, ni pantomimas, ni chicas guapas bailando descaradamente al son de orquestas silenciosas. Sólo hacía unos años que se habían extinguido, como las criaturas que deambulaban por el mundo cuando la humanidad aún vivía en las cavernas.

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