Miró el reloj, nerviosa. Ya era la hora.
Cogió su maleta. Había estado toda la noche pensando en los detalles ¿Debería llevar aquel vestido negro? ¿Quizás fuese mejor dejar aquí esos vaqueros tan desgastados? ¿Había metido la colonia? Nimiedades.
Ella sabía que lo más importante no estaba en aquella maleta desgastada, las cosas importantes nunca se guardan en maletas. Casi de forma subconsciente se abrazó a su mochila, ahí sí se llevaban las cosas importantes. Cosas de las que no te puedes separar.
Se miró una vez más en el espejo: Tenía unas ojeras terribles, el pelo enmarañado, un grano horrible le había salido encima del labio y su colgante de la suerte se le había enredado. Sonrió. Estaba perfecta.
Cogió las llaves de su viejo Golf, su fiel compañero. Juntos habían recorrido el país, tantísimas veces había dormido acurrucada en sus incómodos asientos que ya se habían desgastado.Y el equipo de música….Cuando lo compró tenía atascado un CD de Serrat, y vaya si se había aprendido todas las canciones. Hacía tanto ya de aquello…
Se echó la mochila al hombro y salió de casa. Aquella mochila tenía algo especial, en ella parecían coexistir todos sus fracasos pero también todas sus victorias. Cada vez que la cogía un pedacito de alguna de sus historias parecía asomarse desde la mochila y le hacía viajar en el tiempo. A veces a recuerdos felices y otras a recuerdos no tan felices… Ahora parecían tan insignificantes.
El aire corría fresco y el sol aún no había terminado de salir. Era una madrugada fría y solitaria. Como las que a ella le gustaban.
Distraída miró su teléfono móvil, tenía un mensaje de Carol: «Perdoname, de verdad. Sabes que no significó nada para mi. Hablamos luego ¿Vale?. Te quiero.»
Aquel mensaje era uno de esos fracasos que guardó en su mochila, pero no importaba. Ya no.
Siguió caminando con la brisa de la mañana. Tenía un largo viaje por delante.
¿Por qué seguir guardando derrotas?¿Por qué no empezar algo nuevo? Abrió la mochila y, junto a una papelera, comenzó a tirar todas las viejas cartas de amor, todos los dibujos a medias y su agenda. No quería volver a planificar una decepción, no quería centrarse en vivir una vida que no le hacía feliz. Aquel trabajo aburrido, aquella relación formal y sosa, aquella dieta baja en hidratos, aquellas tardes de domingo yendo al gimnasio ¡Odiaba el gimnasio!
Dejó algunas cosas en su mochila. No podía deshacerse de las llaves de casa de sus padres, su eterno hogar, tampoco podía tirar su block de notas, allí escribía cada una de sus ilusiones. Seguía allí su poema de amor favorito, que algún día recibiría alguien especial. Y su pen drive. Allí guardaba su proyecto, el libro en el que había estado trabajando y que nunca publicó por miedo al rechazo. Solo dejó lo bueno, el resto lo desechó.
Ahora su mochila estaba preparada.
Cogió su teléfono móvil y de forma totalmente automática marcó un número. Comenzó a dar tono.
-¿Sí?
-Hola mamá, soy yo. Tenías razón.
-¿Qué ha pasado, cariño?
-Me voy de viaje.
-¿Dónde irás?
– A todas partes, ya he preparado la mochila. He dejado solo lo importante.
-Estoy orgullosa de ti.
– Te quiero mamá.
Colgó.
Arrancó su viejo coche, nunca le fallaba. «Hoy puede ser un gran día….» Subió el volumen del equipo de música «Planteatelo así, aprovecharlo o que pase de largo… Depende en parte de ti». Sonrió, metió primera y se fue.
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