UN VIAJE INOLVIDABLE

UN VIAJE INOLVIDABLE

María acababa de llegar a París, iba a participar en un importante congreso. La farmacéutica Fermasan, para la que trabajaba, le había confiado la importante tarea de representar la firma y exponer los avances de sus investigaciones. A pesar de conocer perfectamente el tema estaba un poco nerviosa. Antes de salir su jefe había insistido en que era la más adecuada para ser la embajadora de Farmasan por sus conocimientos como médico y por dominar perfectamente el francés. Tenia que serenarse..

Desde su llegada no había parado de llover y el taxi, que la llevaba del aeropuerto hacia la estación «La gare du Nord», se abría paso con dificultad por las calles abarrotadas. ¡Paris! Aún bajo la intensa lluvia era preciosa. Como le gustaría quedarse unos días… Pero no podía ser, iba a coger el tren de alta velocidad, el TGV que la llevaría a Lille, una bella ciudad al norte de Francia, donde tendría lugar el congreso a otro día. Por lo que sabía el trayecto era de una hora, lo que le permitiría repasar sus apuntes para la ponencia.

Por fin, después de soportar el caótico viaje en taxi María había encontrado su vagón y su plaza. Era un estupendo asiento en primera clase, iba a poder descansar y relajarse un poco.

– «Buenas tardes, ¿como te llamas? Yo me llamo Martine, tengo 4 años y voy con mi mamá, Blanche, a Lille en casa de mi abuela Clarisse. Vive en una gran casa blanca al lado del colegio Saint Marc. Sabes, era el colegio donde iba mi mamá cuando era pequeña. Mi abuela hace unas galletas de chocolate bueníiiisimas. ¿Te gustan las galletas de chocolate?»

– «¡Martine, ven aquí! Le pido disculpas si mi hija le ha molestado, le encanta hablar con todo el mundo. Ven Martine, vamos a sentarnos, dile adiós a esta señora. En realidad, en cuanto el tren se ponga en marcha se dormirá. No creo que la vuelva a molestar.»

– «No se preocupe, me gustan mucho los niños y su hija es encantadora. Adiós Martine, hasta luego. Sabes a mi también me gustan las galletas de chocolate.»

Sin duda Martine era encantadora, rubia con el pelo rizado, ojos azules y carita de ángel. Se había dormido apoyada en su madre y abrazada a su muñeca. Caía la noche y bajo las luces encendidas sus rizos rubios enredados lucían como preciosos bucles de oro. ¡Que imagen más bonita!

Sonriendo, María cerro los ojos. Descansaría ella también un ratito y luego repasaría sus apuntes. La lluvia seguía cayendo como un diluvio. La cortina de agua asaltaba los cristal y no dejaba ver nada al exterior. Poco a poco con el suave movimiento del tren no tardo en caer en un sueño profundo.

Un ruido espantoso la despertó. Todo estaba oscuro, se oían gritos, llantos, no se podía mover, algo la tenia aprisionada y le dolía el hombro. ¿Donde estaba, que pasaba?

– «Claro, estoy en…Dios mio, ha habido un accidente, el tren…»

María estaba asustada y confusa.

– «¿Mamá, mamá, donde estas? ¡Enciende la luz! Mamá me duele la pierna y la cabeza, mamá contéstame. ¿Mamá, mamá…?

¡Era la niña, la niña rubia! Rápidamente María intento deshacerse de ese peso que la tenía retenida y a pesar del dolor que sentía consiguió con esfuerzo empujar hacia atrás lo que le pareció ser un asiento o algo parecido. Llevaba el móvil en el bolsillo de la chaqueta. Al tocarlo se encendió y pudo ver lo que la rodeaba.

Era un caos aterrador. El vagón había volcado, se veían pasajeros heridos, atrapados, hierros retorcidos, maletas abiertas y esos gritos, la sangre… Martine seguía llorando. Consiguió con mucha dificultad llegar hasta ella. Estaba tumbada entre unas maletas y su madre. Se acercó, la mujer no se movía. Bajo la débil luz del móvil pudo comprobar que estaba muerta. Martine tenia una herida profunda en la cabeza, estaba perdiendo mucha sangre. Ahora podía oír las sirenas de las ambulancias, empezó a pedir ayuda.

No fue consciente del tiempo que pasó hasta que los bomberos llegaron hasta ella y la niña. Las trasladaron a las dos hasta un hospital. Solo tenia molestias en el hombro, pero Martine estaba mal. No se alejo de ella en ningún momento. El pequeño hospital estaba desbordado, cientos de heridos iban llegando. Faltaban médicos, enfermeras, camillas, sangre… Estaban atendiendo a la niña. El médico se acerco.

– «¿Es usted su madre verdad? va a necesitar una transfusión. «¿Tiene algún documento con su grupo sanguineo?»

– «No, no soy su madre, pero quiero estar con ella, su madre ha muerto en el accidente. Yo puedo darle sangre, soy donante universal, ya lo he hecho muchas veces. También puedo ayudarles, soy médico.»

– «Muy bien, vamos, nos va ser usted muy útil.»

Martina fue operada. La herida no fue tan grave como parecía. En cambio le tuvieron que escayolar la pierna. María estaba siempre a su lado y cuando se despertaba y preguntaba por su madre intentaba tranquilizarla.

Con la ayuda de los servicios sociales del hospital y la policía de Lille consiguieron localizar a la abuela de Martine. María recordaba lo que le contó cuando se conocieron : «vive en una gran casa blanca al lado del colegio Saint Marc…»

Cuando llego Clarisse, María estuvo ahí para apoyarla. Acababa de perder a su hija y su nieta estaba herida y desorientada.

El congreso paso a un segundo plano. Cogió unos días de permiso, se alojó en un hotel cerca del hospital con Clarisse, organizó con ella el traslado del cuerpo de Blanche y estuvieron todo el tiempo posible con la niña. Cuando fue dada de alta alquilo un coche y las acompaño hasta Lille.

Han pasado cinco años desde aquel viaje en tren y el trágico descarrilamiento debido a la intensa lluvia. María sigue en contacto con su protegida y su abuela a las que esta muy unida. Se ven en vacaciones y es para ellas la tía María de Barcelona. Resultado de imagen de photos paris sous la pluieResultado de imagen de vistas desde el tren bajo la lluvia

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