UN LUNES CUALQUIERA

UN LUNES CUALQUIERA

Enrique Molero

16/05/2017

La mañana comenzaba como de costumbre. David y Jesús, o Rivas como era conocido dentro de su Unidad, montaron en el vehículo policial tras la perceptiva charla con jefes y compañeros del Grupo de Patrullas del Distrito Norte de la ciudad.

La primera hora del turno de mañana solía ser tranquila, era normal realizar una patrulla por el distrito observando el ir y venir de gente a sus trabajos, colegios o universidades.

– ¡Hey Rivas! ¿Cómo van tus amores? ¿Te decides ya por alguna chica o vas a estar de flor en flor toda tu vida?

Rivas era conocido dentro de la Unidad por sus relaciones esporádicas. Su juventud y cara de niño bueno le valían para encandilar a no pocas mujeres.

– Pues de momento no cambio David, ya sabes que me cuesta centrarme con la cantidad de chicas guapas que hay. Aunque el sábado conocí a…ehmmm…..no recuerdo su nombre pero era preciosa! Jajaja.- Ambos comenzaron a reír.

David era un hombre casado y con dos hijos. Le gustaba escuchar las historietas de su compañero e incluso fantaseaba con comportarse así, pero a la hora de la verdad su mujer Lola era todo lo que necesitaba.

– “Z-30 para H-20! – se escuchó por el equipo de transmisiones.

– ¡Adelante!- contestó David.

– Diríjanse a la calle Ebro número 16, 4ºH, según nos informan allí hay una joven amenazando con quitarse la vida.

– ¡Recibido, nos dirigimos al lugar!- volvió a contestar David mientras Rivas activaba los elementos acústicos y luminosos de emergencia y hundía su pie derecho en el acelerador del vehículo.

– A ver lo que encontramos, espero que sea la típica que quiere llamar la atención….- dijo Rivas mientras David miraba hacia adelante como quien se concentra antes de jugar un partido importante.

En poco más de un minuto llegaron a la dirección indicada, salieron del vehículo y subieron rápidamente las escaleras, no había tiempo para llamar al ascensor.

Al llegar al 4º derecha, la puerta se encontraba abierta y en la entrada observaron a un hombre de unos cincuenta años de edad, en un evidente estado de preocupación en su rostro.

-Es mi hija, está ahí dentro, pasad- alcanzó a decir con voz temblorosa.

Recorrieron el pasillo y al llegar al salón observaron a un lado a la que debía ser la madre de la chica, una mujer de unos cuarenta y cinco años de edad, de baja estatura y muy nerviosa, la cual lloraba desconsoladamente. Al otro lado del salón la chica, de pie bajo el quicio de lo que debía ser la puerta de su cuarto.- Ayudad a mi hija por favor, no merece esto, no está bien…Esther hija mía por Dios….

La chica estaba muy exaltada, sangrando por ambas muñecas y con un cuchillo de cocina en su mano derecha.

– ¡No os acerquéis!- gritó entre lagrimas mientras ponía el cuchillo en su garganta amenazando con rajarse la yugular.

– Tranquila, estamos aquí para ayudarte.- Espetó David.

Rivas estaba intentando recordar donde había visto ese rostro antes.

Al fin lo recordó. Esther era una chica conocida en las redes sociales, concretamente en una en la que los usuarios comparten fotos y videos personales.

Esther era una joven atractiva que había conquistado cierta fama en esta red social por sus sugerentes fotografías.

Rivas, aunque asiduo de este tipo de aplicaciones y ferviente admirador de la belleza femenina, siempre había tildado de vulgares este tipo de perfiles.

– Suelta el cuchillo Esther, tienes aquí a tus padres que te quieren.

– ¡Me da igual! ¡Soy una mierda! ¡Quiero morirme!- Gritó Esther sin apartar el cuchillo de su garganta.

Rivas estaba bloqueado, tan sólo alcanzaba a imitar a su compañero que avanzaba con pequeños pasos imperceptibles para la chica, mientras en su cabeza no dejaba de preguntarse cómo una chica joven y bonita había llegado a una situación así.

– ¡No os acerquéis más o me corto el cuello!- Gritó con una mueca desencajada en su rostro.

Carmen, su madre, bajó la mirada al suelo sin dejar de llorar mientras apretaba fuertemente una palma de la mano contra la otra implorando una solución.

Al fin Rivas salió de su letargo mental y vislumbró una posible solución. No sabía si funcionaría pero debía intentarlo ya que la situación estaba llegando al límite. De repente sacó su teléfono móvil del bolsillo y señalando la pantalla sin llegar a desbloquearla siquiera, dijo:

-¡Ya me acuerdo de ti! ¡Tú eres esa chica tan bonita de las fotos! ¿Eres tu verdad?

El gesto en la cara de Esther cambió de repente y todo su ser pareció relajarse. Sus músculos perdieron por un momento toda esa tensión acumulada y bajó sus brazos apartando el cuchillo de su cuello por un instante, momento en el que David con un gesto rápido aprovechó para abalanzarse sobre ella rodeándola con sus brazos, cayendo ambos al suelo.

Rivas se apresuró a coger el cuchillo que Esther aun tenía en su mano mientras ellos permanecían abrazados en el suelo. Ella débil y semiinconsciente por la pérdida de sangre, David firme y aliviado.

Tras la llegada de los servicios médicos abandonaron el domicilio entre palabras de agradecimiento por parte de los padres de la chica.

– ¡Muy buena esa Rivas!- dijo David reconociendo el mérito de su compañero.

– Bueno, por poco. ¿Vamos a desayunar? Hoy pagas tú.

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