Capaz de Comerse el Mundo

Capaz de Comerse el Mundo

Miguel Angel Toro

07/05/2017

Nacho era un trabajador muy peculiar, inteligente como el que más, con estudios, idiomas y muy bien preparado. Entro como técnico en una empresa multinacional con mucha ilusión y tenía la sensación de que se iba a comer el mundo. Su ímpetu por trabajar y sus ideas innovadoras eran algo que maravillaba a sus compañeros. Hacía de todo, mediciones, valoraciones, estudios, dibujaba, calculaba… No tenía miedo a la carga de trabajo que le venía encima, no se desalentaba cuando veía que no podía abarcar tanto y más aún cuando los antiguos empleados de la empresa se sentían desanimados. Aun así, con la experiencia de los veteranos y el ímpetu de los novatos, los objetivos se cumplían. Él se esforzaba más que todos ellos, les ayudabas, hacía su trabajo y echaba más horas de las que debía, incluso se llevaba el trabajo a casa.

Llevaba ya más de un año en la empresa y veía que todo su esfuerzo había sido en vano. Entraba gente nueva y otros salían, bien por ellos mismos o porque los despedía. Él era ejemplar, jamás le echarían, pero también se dio cuenta que jamás ascendería. ¿Cómo se iba a comer el mundo en esta situación? ¿Cómo iba a llegar a ser alguien importante si estaba estancado en ese puesto? Pero él, a diferencia de los demás, no se quejaba, no bajaba su rendimiento y seguía con esas mismas ganas que cuando empezó, hace ya más de tres años.

El tiempo pasaba y la empresa seguía creciendo. Menos el jefe y un número reducido de técnicos que estaban dentro de su círculo, los cuales siempre eran los que se llevaban los grandes incentivos, los demás seguían igual. Nacho, poco a poco iba mermando en sus cualidades y cada vez comprendía el desánimo de los veteranos, pues él ya, con cinco años de antigüedad, se sentía veterano. Un día su jefe le llamó para ofrecerle una proposición.

–Sabes, eres uno de los técnicos mejor cualificado que tenemos. Es por ello que me gustaría que llevaras el proyecto nuevo que tenemos entre mano.

Recibió la noticia con mucha ilusión. Era su oportunidad de ascender y de comerse el mundo, como el pretendía.

–Estupendo, estoy muy contento. Pero, ¿Quién se hará cargo de todo lo que llevo?
–Tú, claro… seguirás haciendo lo mismo pero dirigiendo este nuevo proyecto.
–¿Pero yo no puedo llevar todo a la vez?
–Eres el mejor y confió en ti. ¿Crees que este proyecto tan importante se lo daría a los demás? Ya sacarás tiempo por otro lado, tu sabes administrarlo y optimizarlo. Ahora bien, si crees que no estás capacitado, dímelo.

Nacho, miró su jefe dubitativo pero su condición era la de nunca echarse atrás. Por otro lado, tal vez era la oportunidad que tenía de exigir un aumento u otro tipo de retribución.

–Gracias por confiar en mí. Por supuesto que acepto- guardó silenció unos segundo y midiendo su palabras prosiguió-. Supongo que esto conlleva un aumento o por lo menos unas dietas u otro tipo de…
–Para, no vayas tan rápido, “piano piano”. Lo primero es el trabajo y luego vendrá lo que tenga que venir. ¿Entonces lo comunicó para que cuenten contigo, de acuerdo?
–Si, vale, claro…- respondió Nacho sin más.

Salió del despacho un poco cabizbajo, pues aunque su jefe confiara en él, no recibiría nada más que esa propia confianza y tal vez, otro año sin vacaciones. En la cafetería se encontró con uno de sus compañeros, a los que él llamaba veterano desanimado, ya que llevaba casi de vente años en la empresa. Jose, que sabía lo que le habían propuesto a Nacho, se le acercó para animarlo.

–¿Qué tal, cómo lo llevas? ¿Qué… otro trabajito extra?
–Esto es demasiado. Sé que puedo hacerlo, ¿pero a cambio de qué?
–De tu tiempo…, como siempre.
–Si, pero si por lo menos me pagarán más. Entre el alquiler, gasolina y comida, prácticamente termino el mes justo. Me he matado por esta empresa durante diez años y no he conseguido nada. ¿Porque no se lo propone a otro, o a ti?
–Porque sabe que yo sólo hago lo justo, no voy a dar más de mí. Sin embargo, tú, desde el primer día has demostrado que eres el mejor, todo lo sacas para adelante y nunca te rindes. Deberías saber decir, “vasta”, por lo menos tendría algo de tiempo para ti.

Nacho se embarcó en el nuevo proyecto que su jefe le había propuesto. Sin dejar atrás todo lo que llevaba, consiguió sacarlo adelante, con unos resultados excelentes, incluso, acabándolo mucho antes de lo previsto. Su jefe, aparte de elogiarlo y agradecerlo todo el esfuerzo que había realizado, le ofreció otro proyecto similar. Con la expresión que su jefe le decía “piano, piano”, y aunque recibiera alguna pequeña retribución, nunca recibió lo que realmente se merecía. En cada nuevo proyecto que se embarcaba, se dejaba toda su alma y todo el tiempo del mundo para conseguir los objetivos marcados. Cuando llevaba veinte años en la empresa, coincidió, en uno de esos proyectos con un amigo de la infancia.

–¿Qué tal Nacho, que de tiempo, que tal tu vida?- preguntó David con entusiasmo. Era un tipo genial, siempre contento, alegre y sin grandes alarde. Nacho le explicó su trayectoria profesional. David, anonadado le ofreció lo siguiente.

–Mi empresa es pequeña y familiar. Nos ayudamos todos y prevalece el bienestar de los trabajadores que la propia empresa en sí. Vente con nosotros, un trabajador como tú, se merece mucho más.

Y así fue como después de treinta años, dándolo todo en una empresa multinacional, se cambió a una pequeña donde tal vez no llegaría muy alto pero tendría mucho tiempo para él. En esa nueva vida, se dedicó a escribir microrrelatos y a engrandecer personalmente en vez de profesionalmente. Sin que nadie lo supiera, con sus propios relatos y novelas, se sintió que por fin era Capaz de Comerse el Mundo.

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