Esperábamos con ansias que el cargamento de armas llegue a la isla, para así poder escapar, No será fácil, dijo el comandante kraus; había que cruzar la selva con el mito de los caníbales, sin agua, sin comida pero, con nuestros fusiles siempre cargados, listos para tirar si fuera necesario.

El bote con el cargamento llegó por la noche. Nuestro camarada escondió las armas en una cabaña siguiendo el plan, para en la hora específica, poder escapar. Era necesario escuchar al comandante, él nos iba a guiar.

Teníamos miedo, frio y hambre, pero nuestra sangre combativa no nos iba a dejar caer. Comenzamos a cruzar y la noche parecía eterna, que no iba a terminar jamás. Corríamos, porque sabíamos que al llegar al final, esta etapa de angustia y desolación se iba a terminar. Al mismo tiempo, la guardia nos perseguía con sus abrigos, sus banderas, sus Falcon y sus palos; perros de caza y fusiles dispuestos a tirar sin pensar siquiera que detrás de cada preso político, había una familia esperando la vuelta de ese tipo. Ese tipo, que siendo militante, guerrillero, fachero, dispuesto a lo que sea por la revolución era sobre todo un buen padre y un buen marido. Inteligente, porque ser inteligente no significa sólo saber hablar, sino también, saber escuchar. Filósofo de la vida mientras leía y fumaba su cigarrillo como cada día, con una ideología fija y con un pensamiento crítico totalmente correcto para el trabajador y políticamente incorrecto para el capitalismo, Trotskista de cuerpo y mente, y sobre todo, un ser humano con los huevos necesarios para poder elegir el camino contrario a todo este sistema de mierda donde la burocracia maneja hasta a los más necesitados.

Si ya aguantamos golpes, aguantamos desapariciones, dolores y llantos, disparos y palos, ¿cómo no podríamos aguantar y si fuera posible superar esto? Acaso, ¿no es sólo un momento más en la vida de un militante revolucionario, perseguido de nuevo por los de arriba que sólo quieren el poder, con ese miedo siempre vivo a perder?

¡Al final del túnel se ve la luz! dicen los mismo que la apagan, los mismos que con su banco de armas piden paz, vendiendo balas a los que asesinan a aquellos que todas las noches, paradójicamente rezan porque no les caiga una bomba en la cabeza.

No, Nosotros no creemos en alguien que por estar de blanco en un balcón cree ser él de la palabra santa. Es cuestión de recordar, en nombre de quien se hizo la mayor masacre en la historia de los pueblos originarios. La llegada de los extranjeros al continente americano, no es más que una creación capitalista. Los hombres fuertes no necesitan dioses y las mujeres, al momento de casarse, no quieren a alguien que les diga, que deben servir al hombre toda la vida.

Es por eso que nosotros, con nuestras propias antorchas, iluminamos el túnel demostrando una vez más, que el revolucionario tiene el poder en sus propias manos y que con el movimiento de masas, es capaz de demostrar cosas más coherentes que todo lo visto en el mundo anteriormente.

Llegamos. La tierra nos ayudó y la selva con miedo nos protegió. Lo logramos, pero solamente habíamos escapado. Nuestra misión aún no a terminado y tal vez, el tiempo hable por sí mismo y cambie el sistema donde vivimos; como decía el Che Guevara, “no se vive celebrando victoria, sino superando derrotas”…

Tomás Epuin

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