¡Bendita seas, madre mía!,
que con dolor y santo amor
diste luz a mis días
y coronaste de arrullos
mis sueños en flor.
Flora Delmis – ¡Bendita seas, madre mía!
Hortensia es oriunda de una de las zonas más tradicionales de la Caracas de techos rojos, y como buena hija de su época viene de una familia dónde las figuras maternas se dividían a razón de los hijos que existiesen. Ella es hermana de algunos, madre de unos cuantos y abuela de muchos. No todos los que la quieren son consanguíneos pero sus afectos son incontables porque, a pesar de su carácter, Hortensia se hizo querer.
Llegado el momento se unió en nupcias con un inmigrante italiano, como era usual en su tiempo, y al formar su familia se mudó a una zona que se convertiría, como por obra del destino, en un baluarte familiar que sin duda durará por generaciones. La Carlota es un alias que todos conocen, tanto familiares como allegados, y que siempre trae evocativos recuerdos al que escucha ese apodo que se confunde con el nombre de la casa.
Esa que tenía nombre de flor fue una mujer de fuerza, entereza y carácter. Era estricta, conservadora, luchadora, alcahueta de quién quería y aunque no parecía, llena de amor. Fue una dama que quiso inmensamente y lo demostraba a través de gestos, no con palabras, característica esta que se ve reflejada en tres generaciones enteras de la familia. A esto se le suma el ceño cerrado, la boca fruncida y la singular mirada hosca que no denota malestar, contrariedad, apatía o desazón sino que es el gesto facial por excelencia que distingue a la familia. Mueca que confiesan tiene como principal precursora a Tahía, la madre de Doña Hortensia.
La mejor forma de conocerla es a través de sus cuatro hijos, quienes heredaron sus características como virtudes y rasgos, teniéndolas todas pero destacándose siempre en dos. La principal es que todos están llenos de amor, a su forma particular claro está, pero en su otra virtud esto se ve siempre. En cuanto a la segunda características el varón heredó el ser estricto, y de las tres hijas cada una tomó como propia el ser conservadora, luchadora o alcahueta. Verlos juntos es verla a ella en cada faceta, es oírla en algunas frases, es sentirla en sus contactos y evocarla en los gestos que evidencian su impronta en la vida de los suyos.
Para recordarla solo hay que entrar a ese refugio llamado casa que lleva su nombre. Basta con ver la silueta del hogar, la cadena que abre puertas, el entramado del suelo, los objetos celosamente ordenados, las fotos de acontecimientos, los objetos antiguos, los recuerdos del hombre que pereció antes de tiempo, las plantas que crecían sin parar, las aves que con su cantar ambientan la casa, el segundo piso que era de todos, el sueño casi construido por encima del techo, la parte nueva, las modificaciones, el cuarto del medio con mil recuerdos, el oír los gritos que son conversaciones, el ir y venir constante de gente, la comida siempre lista para quien quiere, la confianza de que esta es como tu casa, la regla de que te haces uno más, la familia que te respalda aunque no sea la tuya, los lazos que no miran generaciones, la radio que siempre oía hasta al final de sus días, el televisor que arrullaba su sueño pero que ella siempre decía que veía, la mesita que contenía los objetos útiles y el vaso con una ñinga gaseosa que era su único vicio, la silla de madera que denuncia su ausencia y el olor que eran al mismo tiempos la casa y ella… Para conmemorar a Hortensia hay que hablar de aquel viejo y misterioso cuarto donde ella, siendo una buena embajadora de tiempos olvidados, falleció sumergida en el tradicional y arraigado realismo mágico latinoamericano.
La verdad es que toda la casa susurra su ida, pero hoy, paradójicamente, los objetos y la gente la hacen revivir, la traen de vuelta a cada recoveco, impregnan de ella cada espacio y la hacen sentir como lo que siempre será, es y fue, una mujer, hermana, madre, abuela, bisabuela y amiga irreemplazable que aun con las manos arrugadas, el semblante duro, los recuerdos en la nada, las piernas cansadas y la voz entrecortada se mantuvo fuerte hasta al final, imponiendo su voluntad y marcando la vida todo aquel que tuvo la dicha de conocer a tan emblemática mujer.
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