“Ayer” en un mundo paralelo

“Ayer” en un mundo paralelo

El joven muchacho se levantó temprano. Caminaba decidido por una desconocida calle de Liverpool. Vestía con la típica ropa negra de los jóvenes habitantes de la periferia de la gran ciudad. Una gran bufanda envolvía su cuello y una boina negra cubría su desordenada cabellera.

Hacia frio, sus botas de taco alto resonaban en cada paso sobre el adoquín humedecido por la neblina matinal. Sus manos enguantadas las tenía en sus bolsillos para darle aun mayor calor.

Tarareaba una canción y en su mente cada paso parecía una sencilla melodía que acompañaba con sus dedos golpeando rítmicamente sus propias piernas.

La música, oh si, la música era su eterna compañía. Había iniciado esa estrecha relación con la guitarra, pero pronto se dio cuenta que era la batería donde se sentía más cómodo. Las notas parecían seducir sus manos al momento de tomar los palillos y golpear sus tambores. Todo desaparecía a su alrededor en ese momento de comunión con su batería y su cuerpo vibraba con cada golpe, con cada sonido que lograba arrebatarle a su instrumento.

Hoy era un día especial, tenía una prueba de sonido para una banda que estaba dando sus primeros pasos en bares desconocidos de la gran urbe. Era una oportunidad, había tenido otras que no habían resultado, pero esta vez, algo en su corazón le indicaba que sería diferente.

―Richard por favor siéntate y espera tu turno―le dijo un hombre impecablemente vestido con traje y corbata.

Richard sonrió con simpatía. Quería conversar, conocer, integrarse a los otros aspirantes, pero todos parecían tan ensimismados y silenciosos que no quiso interrumpir ese nerviosismo que se podía respirar en la habitación.

A través de las paredes escuchó la música donde daban las pruebas, se levantó y empezó a caminar alrededor, siguiendo el ritmo que escuchaba con movimientos de sus manos y su cabeza. A cada mirada interrogativa por su comportamiento le respondió con una amplia sonrisa exagerando con su cuerpo el compás que seguía divertido.

Llegó su turno. Entró con soltura. Había tres muchachos con sus guitarras colgadas al hombro, eran tan jóvenes como él. Dos de ellos parecían no ponerse de acuerdo en algo que estaban escribiendo y el tercero fumaba distraído.

Saludó a cada uno de ellos con un fuerte apretón de manos y una amplia sonrisa en su rostro, luego, de un salto se sentó en el banquillo frente a la batería. Sacó de su ropa un par de palillos hizo un par de acrobacias con ellas entre sus dedos y los miró esperando instrucciones. Los otros muchachos algo sorprendidos se miraron divertidos y se ubicaron en sus posiciones para empezar la prueba.

1 2 3 4…

Fue como un hechizo para Richard, sus manos embelesadas por los acordes parecían moverse por sí solas.

Todo fluía sin esfuerzo, los rasgueos de guitarra se dejaban encantar por los tambores que parecían hacerlos subir por una montaña sagrada. El siseo de los platillos parecía enroscarse como una serpiente por las cuerdas que vibraban enajenadas y dóciles.

Las voces de los chicos entonaban una canción de amor juvenil que parecía inspirar aún más los desatados palillos entre sus ansiosas manos.

El hombre de la corbata seguía la prueba a través de la ventana con el ceño fruncido. No se dio cuenta que esta vez su propio pie seguía sin su consentimiento el despliegue de energía y juventud que se estaba generando al otro lado.

Anotaba sin descanso mientras sus pensamientos abarcaban con una extraña precisión todo lo que sus sentidos estaban percibiendo.

El muchacho tenía potencial, no una gran técnica, pero un sonido alegre y preciso. Hasta el momento era el mejor de todos los que habían pasado por el estudio.

Había percibido cierta química en su despliegue con los otros instrumentos y también con los muchachos, pero necesitaba algo más. Su apariencia un tanto tosca lo diferenciaba de los rostros finos del resto de la banda.

Su lápiz golpeteo con impaciencia la hoja de sus anotaciones.

Era el momento de decidir…

No pudo entender por qué ese momento de indecisión lo estaba haciendo sudar.

Miró al muchacho de arriba abajo mientras compartía un cigarrillo y charlaba sacándoles sonrisas a los jóvenes músicos.

El hombre de corbata, emitió un largo suspiro mientras tachaba el nombre del joven. Un fugaz pensamiento se deslizó en sus pensamientos…espero no haberme equivocado.

                                                                    ****

Richard Starkey apoyaba su espalda en una viga de cemento donde trabajaba como obrero de la construcción. Era su horario de colación. Abrió sin muchas ganas la pequeña olla que le habían preparado.

Mientras comía hojeaba una revista de música que había llegado a sus manos. Pensó con nostalgia que sus sueños no se hicieron realidad, nunca aparecería en una de ellas.

Un artículo le llamó la atención. Aparecían aquellos muchachos con los que habia tocado en una prueba fallida.

De aquella banda promisoria decía el periodista, ya no quedaba nada. Solo un tema que había llegado entre los diez mejores de las listas musicales de Gran Bretaña y solo eso, ninguna contribución mayor a la música. El talento de jóvenes músicos desperdiciados por peleas internas y egos no manejados, liquidaron con celeridad una banda que tenía gran potencial, concluía la columna.

Richard mientras masticaba un trozo de pollo, pensó que de haber entrado a la banda hubiese tenido el mismo trágico final. Se sintió aliviado.

Bebió un trago de cerveza y guardó la pequeña olla, era hora de volver al trabajo.

With a little help from my friends (The Beatles)

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