Mrs. Robinson

Mrs. Robinson

Roberto Ulaje

28/04/2023

El sahumador impregna el aire con  aroma de copal y los saltos del danzante sacuden el plumaje de quetzal que cubre su cabeza.  También estos saltos hacen sonar las nueces huecas atadas a sus tobillos y muñecas, entonces el tambor sagrado llamado  Huehuetl recibe el primer golpe.  La mano del anciano elegido para el ritual y su rostro parecen de barro como si el viento fúera a erosionarlo y llevarse todo su ser en un instante. Tum,tum,tummm,tummm… ..todo el espacio retumba y el cosmos se concentra en este instante. Yo permanezco a cierta distancia contemplando la escena, ataviado en mi traje negro y corbata negra igual que Marcello Mastroianni. Si me acerco demasiado me agitarán hierbas alrededor del cuerpo y soplarán caracolas marinas detrás de mi nuca, cantarán vocablos en nahuatl y me arrastrarán al centro de su espiral,me llevarán siglos atrás donde yo no quiero ir por que ya estuve y ahora tengo mis propios abismos. Mis propios viajes verticales de los cuales no puedo escapar y en cierto modo esta parada a un costado de la congregación de místicos danzantes es una parada preliminar a mi destino final: la librería. 

Todos esos libros ordenados por tamaño, color de lomo, tema, autor, editorial… pero los más en desorden y apilados aleatoriamente por aquí y por allá. El polvo omnipresente, los susurros atrapados como espíritus qué deambulan en las esquinas, los pasillos húmedos. Las esporas que volátiles llegarán a mis fosas nasales e irremediablemente se asentarán en mi cerebro. Gatos pardos y rayados holgazaneando indistintamente sobre la enciclopedia Quid o sobre el Ulises de Joyce, sobre un diccionario de latín. Esta es la despedida, no hay herederos ni colegas o amigos adictos de literatura como yo,  voy a dejar  mis libros, no podrán acompañarme y mucho menos esperar por mi. Es complicado desprenderse de ellos. Ya se que siempre que haya señal o tenga suficiente espacio de almacenamiento puedo llevar una biblioteca entera en cualquiera de mis dispositivos, pero no es lo mismo. Cada uno de estos libros representa algo en lo que me convertí, con cada uno sostuvé una relación profunda. Los toqué, los olfateé como un perro, los cargué como una mula, caminé callejones empedrados y oscuros,  parques bajo la lluvia,  bosques helados,  playas del olvido y desiertos volcánicos. Pudé descender a las catacumbas de la catedral metropolitana, recorrer el inframundo y luchar con los seres que lo habitan para después salir y regresar a la superficie convertido en  intelectual,  poeta,  escritor. La luz me dió en el rostro, teclié millones de palabras, fumé  tabacos, bebí mezclas alcohólicas, amé, fuí idealista, estulto. Escribir no es solo leer obsesivamente e imaginar, esa es la parte mas ínfima: hay que morir, hay que sangrar, hay que llorar, hay que frustrarse, hay que quedarse solo y olvidado para crear textos, narrativa para el olvido, para el abismo, narrativa destinada a unas cuantas miradas, a unas especificas almas. Luego nada ,  silencio , hojas y hojas en blanco, la maquina de escribir, el lápiz , la tinta , la pluma , el bolígrafo y todas las herramientas de escritura se empolvan. Se van apagando gradualmente, se detiene el mundo, el escritor que ya no escribe  ni muere cada día  se dedica a la vida de los otros que tiene otro ritmo y se rige por leyes y códigos diferentes. El color  del agua, de la hierba, las hojas, el color de unos ojos, de un helado, el color que hay en las ventanas, en los aparadores, el color en las sonrisas de los niños, de los ancianos, el color de los chacras en la meditación, el color de los vegetales, las frutas, el de los productos en un anaquel, el de los videojuegos y el de los cuadros del museo. El color de la vida cuando miras cruzar en la esquina de la calle con el cabello al viento a Patricia y de algún lugar en este texto o en la calle o en la mente suena la canción Mrs.Robinson de The Lemonheads.

 


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