Sin luz, por ende sin agua. Increíble a esta altura en el Siglo xxi y me encuentro bajo la luz de una diminuta vela mirándonos a la cara. La relación con mi marido es tan pobre que con la energía eléctrica… sobrevive.

Sulfura su mirada cuando me reflejo en sus ojos. Se aparta de la mesa a pasos agigantados como si hullera de mí, y quedo sola en este enorme living que hasta mi silencio me incomoda. Junto los platos y con el poco agua que corre por la canilla, logro finalizar el aseado perfecto, tal cual como me gusta. Todo limpio, todo impecable. Mierda, me sostengo de la mesada y esta maldita agonía me carcome. Una tarde escaseada de energía y mi mundo se derrumba, justo un domingo tenía que ser, porque no un Lunes, quizás Miércoles pero hoy es insoportable. Tengo trescientos amigos en Facebook, ningunos disponibles, y con mi madre apenas hablo. Mierda. Me quede sin batería en el teléfono, ahora sí que estoy jodida. Me embarco a una siesta. Y ahí esta él, tirado en la cama, mirando el techo que reluce en un claro y frio blanco. Me abrazo y quedo detenida porque no sé qué hacer.  Froto mis brazos del frio que me provoca ojear esa cama. Hace tres años  estamos casados, recuerdo que éramos tan unidos con un sexo muy bueno, más que eso. Muerdo mi labio inferior al recordarlo, y me aprieto con fuerza los brazos. Hay,  sí que extraño esas noches, maldita sea daría todo lo que tengo por revivir esa pasión y esas desgarradoras noches de placer con este mismo hombre que ni se mosquea con mi presencia. Suspiro mojada por tan solo pensarlo, había olvidado como me hacía sentir, sus caricias, se da vuelta y me mira sorprendido por verme aquí parada en la puerta de entrada de la gloriosa y tentadora habitación. Se sienta, y tiemblo, como hemos llegado a esto, ambos triunfantes, viajamos por obligaciones laborales y llegamos a lo máximo de nuestra profesión,  me preocupe tanto por cumplir que deje de lado lo que más me importa en esta vida, el amor que tengo por este desconocido. Cagona doy dos pasos hacia atrás, pero él intenta levantarse de la cama, y me sonríe de manera increíble, y me desgarro en ese mismo instante que mi corazón se paraliza y no se ni en donde estoy, es tan hermoso como atractivo, madre santa me fascina mi marido. Y empiezo a preocuparme por mi estado mental, en que estaba pensando, tantas noches dedicada al estudio y trabajo, y casi dejo atrás a él, que ahí vine hacia mí con movimientos felinos, y mi piel arde, su torso desnudo es la envidia de Miguel Ángelo, ya quisiera retratarlo en un eterno muro para admirarlo por siempre, si estoy que ardo es evidente. Se planta adelante, y mi pecho se inflama. Toma de mi mano sin permiso y me desarmo.

-viniste-. Murmura tímido.

-si-. Sollozo.

-a despedirte, por mañana-. Sus pequeños ojos verdes me derriten.

-no-.

Toma de la cintura, y recorre con sus manos inquietas mi cuerpo, me aprieta al suyo y me besa con lujuria, y respondo salvajemente a sus besos, dios amo a este hombre. Nos fusionamos perfecto, estampándome contra la pared recorriendo mi trasero y abre feliz sus ojos al notar lo tan mojada que estoy, me brinda su perversa sonrisa, y terminamos en la cama para dedicarnos ese deseado placer que extraño. Se enciende la luz de la habitación, el Split, la televisión, el iPad suena y me levanto a apagar todo. Rompo el papel de divorcio delante de sus narices, me mira incrédulo, avanzando hacia mí, ahí mismo me hundo en su cuerpo. Quiero todo con él, y vuelvo a sentirme esa mujer maravillosa, y me importa un bledo la perfección, y el qué dirán… que oiga media ciudad, ya no voy a esconderme. Apago la luz, la televisión y subo al máximo el volumen de la música, él sonríe maravillado, me acaricia y dejo que lo haga. Disfrutando de su amor, y tengo ganas de llorar, ganas de amarlo.

-volviste-. Susurra a mi oído.

-lo siento-.

-¿Por qué?

-porque fui una idiota-.

 Limpia mis lágrimas, tirándome a la cama, levanto mis delgados brazos  y revoleo el solero.  

 

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