RECUERDOS

 Como todas las mañanas, Lili pregunta, ¿en qué casa estoy ?… ¿Yo vivo aquí?… ¿Con quién vivo yo?

Y como todas las mañanas, Ana le cuenta que está en su casa y que vive aquí con sus hijas y sus nietos. La mañana va pasando y ella se levanta con esfuerzo, se baña, se viste y se sienta al desayuno. Cada tanto pregunta  ¿qué día es hoy?  Y cuenta nuevamente la repetida historia de cuando salió del campo allá por 1953… habla de la violencia y de la llegada a la ciudad, hechos que se quedaron en su memoria como un sello firme que le recuerda por momentos quien es y de donde viene.

Diariamente le revisan su presión arterial con el tensiómetro electrónico y con el glucómetro le miden el azúcar en su sangre… a veces todo está bien, a veces su presión se altera. Le llevan el registro diario para presentárselo al médico en la próxima visita. Ella se maravilla al ver como con esos pequeños aparatos pueden saber cómo funciona su cuerpo, cómo con un leve pinchazo en el dedo pueden conocer lo que le pasa por dentro.  Le llega el recuerdo de su papá, cuando era niña él decía que en el año 2000 iba a haber muchos grandes inventos que tal vez ellos nunca verían y se sorprende cuando le cuentan que el 2000 pasó hace rato y  que  los inventos siguen apareciendo cada día,  aunque ya de los últimos ni quiere enterarse.

Se sorprende cuando ve el computador o el aipat, aquí las palabras quedan guardadas cuando se escriben y se las puede traer nuevamente cuando sea necesario… le hubiera gustado tener algo así cuando estaba estudiando, recuerda ahora a la señorita Inés escribiendo todo en el pizarrón, piensa en lo buenos que pueden ser los aparatos modernos para cuando la memoria falla. Sabe que aprendió a escribir con un jiz en una pizarra. Practicaba las letras y luego borraba para escribir otra enseñanza. Debía memorizar las lecciones porque lo escrito desaparecía cada vez que había algo nuevo que aprender.  En su mente quedaron muchas de las lecciones aprendidas, poesías, canciones, refranes, que aparecen sin previo aviso en algún momento del silencio.  Ahora le cuesta trabajo conocer las letras y mucho más reproducirlas en un papel. Conoce su firma, pero la mano y la mente se niegan a repetirla a pesar de estar viéndolas.  

Sobre su mesita de noche hay un portarretratos de esos que cada minuto dejan ver una imagen diferente. Se sorprende viendo las fotos de cuando cumplió 82 años, estaba toda su familia. Siempre pregunta  ¿quién es él?…  ¿y ella quién es?  Solo algunas caras han quedado en su memoria, a veces recuerda alguno de los primos de la infancia a quienes los años les han dejado huella en la piel, reconoce a su única nieta ¡qué bonita esta! … encuentra a su hermana querida quien partió hace ya algunos años.  Cada minuto es una emoción nueva, porque cada minuto las imágenes guardadas tocan parte de sus sentimientos y remueven algo en su cerebro. De repente es consciente de que ha olvidado muchas cosas, muchos momentos lindos de la vida y se alegra de haber olvidado muchos momentos de dolor y tristeza. 

Sus días pasan entre el sueño y la vigilia, a veces en las tardes  espera a Alicia que llegue del trabajo o a sus nietos viniendo del colegio… y se sorprende de cuanto han crecido desde la última vez que los vio.  

Alguna tarde Manuel llega con su moderno teléfono, lo  último en tecnología, que le permite hacer cantidad de cosas, como conectarse por eskaip con la familia que está lejos. Abuela, abuela – dice él- ¿quiere ver a su hermano que vive en Cali y  hablar con él?  Ella piensa que es imposible y queda gratamente sorprendida al ver en ese pequeño  aparato la imagen de su hermano que vive lejos hace mucho tiempo; aunque recientemente la visitó, a ella le parece que hace años no lo ve. Habla con él y al ver su cara en la pantalla piensa en los años que han pasado, tiene el recuerdo de cuando él andaba por los 30  y eso fue hace mucho tiempo. Al terminar la llamada pregunta ¿y dónde está él  ahora? ¿por qué se fue? ¿cuánto hace?  Escucha las respuestas y pregunta ¿por qué no me habían contado? … a veces se enoja porque se siente ignorada, a veces recuerda que olvida las cosas.

Le gusta ver televisión, la misa, las noticias, alguna película; le parece interesante lo que escucha y lo que ve, a veces le emociona, pero  a los pocos minutos de haberlo visto y oído, casi todo se ha ido  de su mente.

La han llevado a ver  muchos doctores: el neurólogo, el psiquiatra, el genetista… todos ellos hacen pruebas y le preguntan cosas. ¿Recuerda la secuencia de los números?,¿de las letras y las palabras que acaba de escuchar?, ¿en qué año nació?, ¿cómo se llaman sus hijas?, ¿cómo se llaman sus nietos?, ¿quién es el mayor?, ¿y el menor?  Ella sabe que todas estas cosas están en su cabeza pero por alguna extraña razón, cuando quiere recordarlas se van.

  Exámenes de genética, tomografías, pruebas motrices y muchas otras…  tanta ciencia buscando entender que está pasando en su cerebro. Han encontrado algunas explicaciones, que las células se van muriendo, que el cerebro se va reduciendo y va perdiendo la capacidad de recordar, desde los recuerdos lejanos hasta como apuntar un botón y como escribir su nombre. Acaba de cumplir 86 años y ahora recuerda que no esperaba llegar a esa edad. Su papá murió a los 82, su esposo a los 61, su hermana a los 72… ha olvidado quienes más se han ido ya. Lili toma las pastillas para la memoria todos los días, sin embargo, en su mente cada día hay más vacíos. Muchos recuerdos que guardó de los buenos y malos momentos vividos y de todas las destrezas que adquirió, tristemente hoy ya no están.

Hasta comienzos del pasado siglo, mucha gente moría alrededor de los 60 años. No se había descubierto la cura  para muchas enfermedades, eran incipientes los avances en ciencia y tecnología médica y las condiciones de vida eran tan duras que  quien llegaba a los 60 se consideraba viejo. De repente el mundo comenzó a cambiar. Se encontraron muchas vacunas, se descubrieron los antibióticos, se encontró la manera de prolongar la vida mediante la utilización de aparatos que  reemplazan parte de nuestro cuerpo. Una cirugía de corazón, un examen para la detección del cáncer, una inyección de insulina, todo en el momento indicado hace la diferencia entre la vida y la muerte. 

La tecnología ha ido llenando nuestras vidas en los últimos años, pero a pesar de todos los problemas que nos soluciona ahora,  aún no se ha  encontrado el modo de guardar la memoria del ser humano en algún dispositivo, donde podamos encontrarla cuando la necesitemos.  Es verdad que con el uso de algunos aparatos Lili logra mantener y encontrar en su memoria nombres y eventos, una imagen o una película vista recuperan por momentos su historia. Escuchar una canción o un poema mágicamente le traen al presente una fiesta, un cumpleaños, un especial recuerdo. Algunas veces su mente es tan lúcida que emite juicios y da consejos.

La solución actual es retardar el proceso, hacerlo más lento. Probablemente en el futuro encontrarán mecanismos y tratamientos sofisticados que permitan  recuperar los recuerdos o evitar la pérdida de la memoria.  Además de la memoria, con el Alzhéimer se va la fuerza, la creatividad, la capacidad de disfrutar la vida, la alegría… la vida va dejando de importar ¿esto también se recuperará? ¿Será posible guardar la esencia de los seres que amamos? ¿Con los actuales y futuros avances tecnológicos lograremos  los seres humanos algún día ganarle la batalla a esta y a todas las enfermedades para prolongar la vida…? pero ¿qué tanto vale la pena prolongarla? …. ¿hasta cuándo?

Lili nunca ha sabido mucho de tecnología,  pero sabe – lo recuerda por momentos –  que con el avance de la ciencia y el uso de los inventos modernos se puede prolongar y mejorar la vida.  Por ahora, cada día que pasa, ella se va perdiendo más y más en sus ausencias y silencios… esperando quedar en la memoria de los otros, tal vez…

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