BAJO "LA RED" PROTECTORA

BAJO "LA RED" PROTECTORA

Adelfa Negra

27/03/2014

Sergio está sentado frente al ordenador cuando suena el timbre de la puerta, levanta la cabeza, fija la vista en la pared y espera. Siente como el calor le estalla dentro y quema su piel, casi abrasa, el corazón se acelera y le late en los oídos, su boca se queda seca y la arcada casi le hace devolver el desayuno, se levanta, se acerca a la pared y se apoya en ella. «¿Quién llama? ¿Cómo es posible?».

Lleva años previendo cualquier imprevisto y sin embargo ocurre. No recuerda cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que alguien llamó a su puerta, desde entonces ha estudiado cualquier posibilidad para evitarlo, pero no siempre lo consigue. Vuelve a sonar el timbre. Con las piernas de trapo se dirige a la puerta e intenta levantar la mirilla, pero tiene los dedos empapados de sudor y el metal le resbala, lo sujeta con más fuerza y mira. Es una joven que se acerca a la puerta y llama con los nudillos: «tac, tac, tac».

–—Por favor ábrame, necesito decirle algo.

El aire le falta en los pulmones, intenta rehacerse, «no tiene que ser tan difícil,» intenta no pensar y en un arranque de coraje abre la puerta.

Un bello rostro con una amplia sonrisa se le aparece en el hueco, él, la mira y baja la vista al suelo. Nota como sus mejillas se calientan, y la rabia que esto le produce le enrojece más.

–—Hola, soy Alicia, tu vecina de la puerta 14, justo abajo, siento molestarte pero tengo goteras en el baño, ¿te has dejado un grifo abierto? También puede ser que tengamos un problema con las tuberías.

«Parece que ella no nota nada raro», se dice a sí mismo intentando tranquilizarse, «seguro que piensa que soy estúpido, o a lo mejor loco».

–—Mi baño está seco, no he dejado ningún grifo abierto. Las palabras salen de su boca a una velocidad increíble pero son casi un susurro, lo que hace que sea difícil entenderle.

–—¿Puedo entrar a ver si hay alguna mancha de humedad? –—Le pregunta ella con toda naturalidad.

El se separa de la puerta y le da paso. Con decisión la joven atraviesa el pasillo y se dirige al baño, sabe donde esta, su piso tiene la misma distribución.

Sergio lleva cinco años sin salir de su apartamento, apenas ve a nadie. Los imprevistos le desconciertan. Nunca fue un niño muy sociable pero a partir de los 13 años sus problemas aumentaron, el contacto con sus compañeros de colegio le hacía sufrir, las palabras de los profesores muchas veces le mortificaban, era consciente que la intención de los demás no era dañarle, pero eso no evitaba que él se sintiera mal. Su madre había estado junto a él. Con ella todo era más fácil, lo conocía bien y no dejaba que las personas le alterasen. Vivían en el campo. Los libros, los estudios, el ordenador y la soledad habían sido sus mejores amigos. Terminó el bachiller, sacó la licenciatura de Filosofía por la UNED y ahora trabajaba desde casa por Internet corrigiendo textos, no gana mucho pero tampoco necesita más. Tiene todo lo que puede querer al alcance de un clic. Internet es su mundo.

–—Tienes razón, no se ve ninguna mancha de humedad. He llamado al fontanero y me ha dicho que esta tarde vendrá a echar un vistazo, si no te importa, subiré luego con él.

Alicia no deja de mirarlo a la cara y el no sabe donde mirar, desvía los ojos de aquí para allá sin mantenerlos fijos en ninguna parte.

–—Alquilé el piso hace dos semanas ¡que casualidad que no hayamos coincidido nunca en el ascensor! Por cierto ¿Cómo te llamas?

–—Se-Sergio –—contesta tartamudeando y se odia por ello.

–—Encantada Sergio,

Se acerca con decisión hacia él, Sergio se queda parado, y el aire deja de entrarle en los pulmones. Ella le da los dos besos y se dirige a la puerta,

–—Bueno, esta tarde nos vemos. Hasta luego.

Sale y cierra la puerta. Sergio se apoya de nuevo en la pared y nota como el aire vuelve a entrar, terminando con la asfixia que lo estaba torturando. Es consciente de que las cosas no van bien, desde que murió su madre, nada va bien, ha conseguido no sufrir, no enfrentarse a las personas, pero sabe que eso lo empeora todo, cada vez le cuesta más. «El psiquiatra se lo dijo muy claro, si no se enfrentaba a sus fobias estas terminarían apoderándose de él. Pero nunca le hizo caso. Era un hombre que hablaba y hablaba como un libro abierto, pero a él no le escuchaba. El solo, se las arreglaría para evitar ese dolor que le oprimía el pecho cada vez que no hacia las cosas bien, cada vez que le criticaban, que le avergonzaban, que le miraban mal. No había tenido suerte, era demasiado alto, llamaba mucho la atención, la gente lo miraba y no se podía esconder. Esa piel tan blanca que parecía trasparentar sus sentimientos cambiando de color y dejándolo en evidencia una y otra vez y esos ojos extraños, amarillos. No, como mejor se sentía era como vivía, como pensaba seguir viviendo. Lo de esta chica era puntual. La tarde pasaría como todo pasa, y luego todo estaría bien, como siempre».

Se dirige al despacho, se sienta en la butaca, y enciende la pantalla, consulta la agenda, hoy tenía que llenar la nevera, varias transferencias, terminar de corregir el último trabajo…

Mientras Alicia subía de dos en dos las escaleras su mente no descansaba: «que chico mas especial, ¡y que ojos!, ¡nunca había visto ningunos iguales! de color miel, y ese pelo moreno que contrasta con la blanquísima piel, no debe de haber estado bajo el sol en siglos. Muy alto, debía de superar el 1.90 m, un poco demasiado delgado, nada que un poco de ejercicio no pueda arreglar. Raro, muy raro, pero atractivo, parece muy tímido como si el contacto conmigo le doliera. Evitó mirarme, pero hubo un segundo que sus ojos se clavaron en los míos, ¡que sensación díos mío!», recordó el escalofrío que le recorrió la piel cuando la intensidad de la mirada de Sergio la sorprendió. No se parecería en nada a los chicos que conocía. Se juró a sí misma que aunque le costara encontraría la manera para hacerse amiga de él. Llego a la puerta giro la llave y entro en su casa.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus