Mi mamá que es de una generación del año 1928; cuándo se puso de moda el uso del computador, hacia finales del siglo veinte, realizó un curso para aprender sobre ello, pues al parecer era importante conocerlo, pero eran muy pocos los computadores disponibles en el sitio donde estudiaba, así que desistió. Es de admirar su ánimo para intentar acercarse a esos aparatos tan desconocidos. Mi papa en cambio del año 1920, ni se interesó en el asunto, prefirió continuar leyendo la prensa en papel impreso.
Yo soy de 1950 y siempre fui una inquieta por el estudio y las novedades, como esa del computador, pero en la época que hice una Maestría en una prestigiosa universidad, aún era algo novedoso y recuerdo que lo que nos enseñaban sobre el tema, era algo como para aprender a programar, tema que no era propiamente el importante para el caso. Luego fui aprendiendo por mi cuenta la incursión en el internet y realicé cursos de actualización en el tema.
Lo que les comento era novedoso para gente de mi generación, y no querían saber del asunto, si no era estrictamente necesario por su trabajo laboral, pues implicaba esforzarse en algo nuevo, que tenía cierto grado de dificultad, pero cuando llegó la descendencia de la generación de 1970 y 1980, empezó a convertirse en una necesidad apremiante para las madres de esos jóvenes, aprender sobre nuevas tecnologías, que ya no solo era el internet por medio del computador, sino por medio de los teléfonos celulares o móviles.
El asunto se fue poniendo más grave aún, para las generaciones de mediados del siglo pasado, cuando empezaron a llegar otras tecnologías como la Tablet, GPS, redes sociales, etc. y qué decir de otros sistemas como, los chats rápidos por diferentes medios. Todo se puso más agudo, cuando ya fueron los sobrinos y nietos, quienes empezaron a actuar como un relámpago con estas tecnologías, aún desconocidas para sus mayores, en algunos casos y en otras conocidas, pero manejadas con mayor lentitud y dificultad.
Es en este punto donde empieza la ruptura fuerte, más sentida, yo diría desde el año 2005, donde se da un encuentro de generaciones, que se puede llamar más bien un desencuentro, debido a que cada quien decide como quiere comunicarse y quien se impone en este caso es la nueva tecnología, que ya irrumpe en todas las actividades humanas. Es difícil para las últimas generaciones, verlas como intrusas, pues nacieron en ellas, es parte de la cotidianidad y la reacción en algunos casos y no sé el porcentaje, es de aislar de sus conversaciones cotidianas al adulto mayor.
En el caso anterior, como explicar entonces que no es conveniente hacer un reemplazo de la conversación y el diálogo cara a cara, ¿por un mensaje de chat?, y cómo explicar, que si la última generación no hace el esfuerzo de acercarse al abuelo o al padre por los métodos que los últimos conocen, se romperá un lazo invisible desde lo emocional.
Ya es común estar en cualquier tipo de reunión y que la mayoría de los asistentes, no se guarden los equipos tecnológicos y más bien continúen con sus conversaciones por este medio y en ese caso omiten la conversación con los que sí están presentes. ¿Y les ha pasado? que no podemos localizar a alguien o hacerle una pregunta, así viva en la misma casa y quizá el único método, pueda ser por un mensaje de internet.
Llegamos a un punto álgido en este 2014, donde la interacción está mediada en gran medida por las nuevas tecnologías, llegaron a un pedestal sin darnos cuenta y por eso ocupan el primer lugar en nuestras vidas, pero eso en parte explica el caos en la interacción social, especialmente en el grupo familiar, que es donde están las generaciones, que no lograron ponerse al día con este cambio y la pregunta siguiente es: ¿existe tolerancia en las últimas generaciones hacia la situación planteada?
Vivimos como seres sociales que somos, en un mundo cuya característica ha de ser la interacción social, pero el tipo de interacción se modificó, pasó a ser mediado por las máquinas y estas requieren ser manipuladas por el ser humano, pero existe cierta imposición en su utilización, pues cada día es más común, que quien las desconozca no pueda realizar muchas funciones sociales.
Se ha concebido a Dios, como un ser superior, con un liderazgo incuestionable para el ser humano y desde este punto de vista se puede pensar en que los humanos, hemos hecho una transferencia de los antiguos dioses a un dios actual, patentado por las grandes industrias a través de máquinas inteligentes, donde se hace alarde de la tecnología como prioritaria en nuestras vidas.
Para mi puede ser fácil hablar de este tema y realizar los planteamientos que hago, pero para las generaciones después de 1990, pueden ser cuestionamientos inútiles o extraños. Entonces ¿cuál podrá ser la solución a este impase? Entre todos tendremos que encontrar la respuesta, pues en este momento la tecnología es el dios de la sociedad humana.
Parece que todo quedara ahí, “con un cambio de Dios, sin que nos dieran aviso”, pero no, aquí es donde debe empezar otra historia y debe ser escrita y dirigida por la raza humana, que al fin de cuentas fue quien se inventó “este dios de la tecnología”, supuestamente para ponerla a su servicio, pero sin darse cuenta, quedó atrapado en su olvido de “preguntarse el para qué”.
Así que es importante separar la tecnología, del sentido de vida que cada quien ha de buscar, de acuerdo a su propia decisión y en ese caso, si podrá quedar claro que los medios y avances comunicativos, no pueden entrar en competencia con las emociones y menos hacerlas sucumbir, generando una ruptura generacional, casi que por un cambio de idioma: el de las palabras desde el corazón y el de la escritura corta a través de una máquina.
En apariencia cambie de tema, pero no…, resulta que empezamos a incursionar con preguntas más profundas, en un terreno filosófico y espiritual. Y es aquí donde a cada quien como ciudadano del mundo, le corresponde tomar una posición clara respecto a la tecnología y hacerse la pregunta: ¿es mi deseo que la tecnología sea mi Dios?, ¿cuál es mi comportamiento frente a la tecnología?, ¿Cómo utilizo la tecnología?, ¿qué me aporta la tecnología en mi vida?, ¿He reemplazado con la tecnología, mi vida familiar?
Estas preguntas son para ti lector, que lees atentamente, pues tú también eres uno de los personajes de mi relato, solo que por el momento no te he permitido participar y plasmar aquí tu pensamiento, pero eso no quita que seas un actor importante.
Respecto a mi mamá, finalmente cedió a su impotencia de incursionar en el mundo de la tecnología y a cada rato pregunta: ¿cómo es eso de saber lo que acontece en la vida de su nieta, María, a través del “Facebook”?, y no entiende la razón por la cual, ella no se comunica directamente por un teléfono o una visita, para contarle de su vida. De vez en cuando vuelve y pregunta: ¿y que se sabe de María en el Facebook?, y yo le digo: espera que voy a tu casa con el computador y te muestro las fotos de su último paseo y me dice: ¿Cómo así, es que estuvo paseando? ¿Y dónde? Si, se fue a un tour por Suramérica y envió unas fotos que luego te las muestro.
Otras veces le pregunto a mi mamá por la nieta Marta, que estuvo en casa de ella visitándola y le digo: ¿Qué te contó Marta de su último trabajo?, pues muy poco, no le entendí, pues a cada momento se pegaba del teléfono a escribir algo, no sé con quien hablaba y cuando iba a empezar a contarme otra cosa, la llamaban al móvil o celular, como que está muy ocupada…Luego me comentaba, yo no entiendo que es lo que tanto hacen pegadas a esos aparatos, no se les puede hablar…
Ahora soy yo quien pregunta en voz alta: ¿Quién está primero en la sociedad que vivimos, y podemos llamarlo Dios?, o ¿qué definiremos de este momento en adelante como prioritario?, o ¿cuál será el Dios que yo y tú lector, decidimos escoger?, ¿dejaremos que otros nos cambien a Dios?
El final de esta historia queda en tus manos.
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