Adriana veinte años y pelo largo como con reflejos rubios, estudia medicina, y uno se la imagina toda embatada y con sangre, haciendo incisiones torácicas. Javier veinticuatro y Teleco, no viste mal para ser Teleco, siempre con camisetas de la Velvet. Es que la Velvet siempre ha sido un buen nexo, pues conlleva el consecuente interrogatorio musical para detectar posantes, pero Javier se confiesa y sorprende desde Sonic Youth, Smashin Pumpkins, Pearl Jam, Alice in Chains y Nirvana, claro. Nirvana siempre está intrínseco. Entonces dijeron de agregarse.
Pero horas después, cómo se llamaba. Pensar en cada nombre femenino existente para poder hacer una relación visual con su tonalidad capilar, pero ningún nombre resuena, es el sino masculino estar subyugado a la invisible semiótica femenina, porque al final parece que sólo se recuerda un reflejo rubio y un cuello, el nombre resulta demasiado incorpóreo.
Desde el otro lado de ver las cosas, Adriana incubando frustración ante una solicitud de amistad que no llega, ni en su imaginación más benévola ocurriría la negligencia de que alguien se olvidase de un nombre apenas doscientos cuarenta minutos de habérselo dicho, pero es que el destino a veces no entiende de feromonas.
Al día siguiente Javier recuerda la etiqueta médica, la cual evoca a Marta la prima, que también estudia medicina. Tal vez conozca a nuestra diosa rubia innombrable con hilo musical recíprocamente noventero. Recorremos todas las amistades de Marta la prima para ver si encontramos una foto con pelo largo, casi rubio, y sonrisa con hoyitos. Pero Marta la prima no la tiene entre sus amistades, seguramente porque Marta la prima hace ya cinco años que acabó la carrera y está trabajando como médico de familia en el centro de salud del pueblo, asincronismo fatídico que no fenece la esperanza, porque la esperanza en este caso viene impulsada por la libido, así que hocicamos todos aquellos perfiles de amigos de Marta la prima que han estudiado medicina. Trescientos cincuenta y cuatro perfiles después nos preguntamos si no habrá sido todo un espejismo del subconsciente, será verdad que demasiados meses sin sexo desenfoca la vista, y desde el otro lado de ver las cosas el objeto de deseo pensando: hoy tampoco me ha agregado.
Dos días después, como producto del genio creativo que acecha tras el desequilibrio neurótico, Javier elabora una dispersión en prisma de cada amigo de los amigos que han estudiado Medicina con Marta la prima, pero no hay suerte.
Tres días después, mientras Javier lo da todo por perdido, la tan buscada Adriana concluye en que el susodicho no le agrega, ergo el susodicho es un flipado.
Cuatro días después, y pese a ser ya demasiados días después, resulta inverosímil no acomodarse en una perspectiva platónica del amor, pues siempre es más cómodo y post-adolescente decantarse por la fantasía sexual cuando la realidad sexual defrauda, así Javier piensa en la innombrable mientras estudia para un examen de la asignatura Sistemas Programables, pero ya se sabe del morbo de los tabúes, que desde una naturaleza fálica siempre resulta en inevitables sesiones masturbativas.
Sin embargo, para suerte de muchos y para desgracia de muchas, las innombrables suelen tener el umbral del orgullo bastante bajo, así es como se acaba teniendo una solicitud de amistad: Adriana García quiere ser su amiga. Y la solicitud se acepta.
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