LA BUSQUEDA

 Estaba sorprendido, después de 25 años de matrimonio su esposa le pidió el divorcio.  Ante la sorpresa sólo le quedaban dos alternativas, sumirse en la soledad o rehacer su vida junto a otra mujer, pero para lo segundo requería enamorarse de nuevo.  Su vida estaba centrada en los negocios y en planear un buen retiro junto a su esposa, los hijos ya eran mayores de edad y vivían independientes.  Esta noticia cambiaba todos sus proyectos.

 Tenía que empezar por buscar una novia.  Pasaron varios meses y aún no sabía cómo resolver su vida, tenía claro que no quería que los años grandes lo sorprendieran en soledad.  Se había casado a los 16 años y siempre fue muy dedicado a su familia, su esposa fue la primera novia de la juventud, cuando los noviazgos se daban solos, sin esfuerzo, sin palabras, con solo mirarse en la universidad o en el barrio. 

Lleno de dudas se lanzó a la tarea de encontrar nueva esposa. El método para esto no podía ser el que usualmente manejan los hombres, a él no le gustaba frecuentar los bares y fue cuando decidió hacerlo por Internet.

Inició la búsqueda, se inscribió en un programa para encontrar pareja, escribió todos sus datos y el perfil de la dama que buscaba y así noche tras noche entraba allí a mirar lo perfiles de las mujeres, muchas parecían encajar dentro de su tipo, pero después de escribirse con ellas durante varios días, llegaba el desencanto, al otro lado de su computador tenía a una persona que sólo conocía en fotos, ni idea de su olor, de su calor, de la energía que irradiaba su cuerpo, de la espontaneidad de una sonrisa, así era imposible percibir aquello que en el lenguaje popular se llama “química”.  Al tiempo llegaba el cansancio y pasaba a conocer a otra y a otra, hasta que un día optó por una agencia matrimonial, valía mucho dinero, pero talvez sería más efectivo para su propósito.

 El lunes madrugó a una agencia matrimonial que encontró en el directorio telefónico. Era el primer cliente del día, good morning saludó con su perfecto inglés y explicó el motivo de su visita.

–claro señor cuente con nuestro servicios y muy pronto le daremos resultados, con nosotros será un hombre felizmente casado.  –le dijo la mujer que le atendió.

 Sólo habían pasado unos pocos días cuando recibió una llamada de la agencia, le informaban que 2000 mujeres respondieron a su solicitud, había de todos los países, de todos los colores, tamaños y culturas.  ¿Cómo escoger entre 2.000?, ese si era un verdadero problema, él con tantos compromisos laborales, ahora debía orientar toda su atención a esta elección, solo quería encontrar una esposa, y ahí tenía un gran mosaico de donde elegir.

 Estaba tan sorprendido con ese cardume de damas que prefirió decir a la empleada de la agencia, que por favor le preseleccionara de allí unas 200, para así, poder escoger con más facilidad.

Entró a buscar las finalistas, pasaron varios días mientras pudo elegir 30, de este grupo señaló 5, para de allí escoger sólo una.

 Las cinco candidatas eran: una brasileña, una mejicana, una argentina, una colombiana y una norteamericana, debía establecer una cita con cada una, viajaría al respectivo país y pasaría varios días con cada candidata, para tratarlas personalmente.

 Estando en el proceso de elección final, decidió ir a su ciudad natal para agotar allí una última posibilidad, quería volver a ver a una chica que conoció en la época de la Universidad, hacía 22 años no la veía, y desde entonces tenía un buen recuerdo de ella, le gustaba como mujer, pero lo que él no sabía era que  por algún resquicio de las circunstancias entraría el elemento de la casualidad, ese que está presente en casi todas las empresas de los seres humanos y en esta empresa suya también estaría.

 Ya en su ciudad natal, propuso una reunión con toda la familia, quería volver a ver a sus primos, llegó muy temprano acompañado de la mujer que talvez podría ser su esposa, era rubia, atractiva y tenía ese encanto que a él le atrajo desde el primer día en que la conoció, ya estaba agotada esta posibilidad, ahí estaba la nueva candidata y talvez la futura esposa.  El reencuentro familiar se inició, todos fueron llegando, pero la fiesta avanzaba y no llegaban las primas más jóvenes.  Tenía curiosidad por volver a verlas, recordó a Berta, era la menor de esas primas y no la vía desde hacía muchos años, la recordaba cuando en las tardes de domingo su madre y sus tías se hacían visitas y para poder conversar libremente los enviaban a ellos dos, que eran los menores, a jugar al patio de la casa, en esa época él llevaba unos lentes gruesos, era tímido y no reflejaba para nada el hombre en el que se había convertido.  De repente se sintieron las voces que subían de las escaleras, y allí estaban las primas, cada una fue recorriendo el grupo y saludando, hasta que ella llegó a él y con la sonrisa acostumbrada le dijo:  Hola, ella no dejaba de mirarlo, él no dejaba de mirarla, qué pasaba allí, sin saber cómo empezó un diálogo que aunque era asistido por otras personas, parecía sólo existir entre ellos dos, y así fue casi toda la noche, ella quería abrazarlo, talvez creía que aún eran niños y que por ser su primo no debía tener recato alguno para con el.  Pero las otras primas miraban y decían “mientras mas primo mas me arrimo”.

 En algún momento de la fiesta sintió pena con la chica rubia que acompañaba a su primo, él en realidad no dejó un minuto de tener su atención puesta en ella, así hasta que terminó la fiesta y llegó la despedida, en la puerta de la casa él de pie con su acompañante dando el beso de despedida a todas las primas, y ahí estaba ella en el turno de su abrazo, sintió deseos de besarlo en la boca, pero frente a la presencia quieta de su acompañante que no dejaba de mirarlos, sólo besó su mejilla, lo abrazó y sintió que ese encuentro no terminaría allí, que era más definitivo.  –Mañana te llamo  -le dijo él.

Efectivamente la llamó al otro día y quedó en ir muy temprano, supuestamente con el fin de que juntos visitaran los osarios de su padre y el de la madre de Berta, que reposan juntos en la Iglesia del barrio.

Llegó muy temprano, a las 8 a.m como había prometido, desayunó con todas las primas y se fueron a visitar los osarios, a buscar los restos de sus padres.  Caminando por entre los muertos él le dio el primer beso en la boca y cogió su mano.  Ella se estremeció, nunca pensó besar y sentir así en un sitio sagrado.  Al salir de allí fueron a saludar a otros  parientes, para luego despedirse porque él debía viajar al día siguiente.  Prometió llamar, pero ella pensó que talvez ahí terminaba todo.  Fue un hermoso reencuentro con su primo, aquel que no veía desde la infancia, ese hombre que por primera vez besó frente a la mirada oculta de los muertos.

Pasaron muchos días, meses, años y no volvió a saber de él, hasta que un día se encontró con la prima mayor y al indagar por el hombre que en algún momento creyó su amor, ella le contó que se había casado con una de las chicas que conoció a través de la agencia matrimonial, era brasileña, ingeniera, con doctorado y hablaba tres idiomas, la mujer que quería como esposa, que parecía vivir feliz, aunque ya casi no llamaba ni frecuentaba la familia.

Así de tiempo en tiempo se preguntaba por aquel que tanto la impactó y del que nadie volvió a darle ninguna noticia, pero una noche sonó el teléfono y al otro lado de la bocina una voz débil la saludaba, era él, quería saber de ella y decirle simplemente que nunca la olvidó, que cada noche antes de conciliar el sueño recordaba el beso, el único beso que le dio caminando en busca de los muertos.

Hoy el primo tiene 70 años, hace diez que lo abandonó su esposa, la que conoció a través de la agencia matrimonial y aunque está resignado a la soledad, piensa que tal vez su vida hubiera sido mejor con aquella prima del reencuentro, que no tenía doctorado, ni hablaba varios idiomas.  Ahora, a él le tocaba caminar el trecho más duro de la existencia en soledad.

Luisa Cecilia Flórez Ruiz

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