Navego sobre la cresta de una ola en medio de mi gran océano. Me siento vivo, o aparento estarlo pero, la verdad es que el mar me pondrá donde él quiera en cualquier momento, cuando él lo decida.

Hubo un tiempo en el que me sentía libre, sin la mirada atenta de una gran tormenta que llega o un sol sin tregua.

Los días, marcaban paso a paso mi vida. Las noches, me obligaban a soñar mientras miraba a las estrellas que algún día fueron dibujadas.

Nunca fue fácil encontrarme con alguna sirena. Tenían esa capacidad de sorprender a cualquiera. Guapas, feas, hermosas, rubias, morenas… Encontrarse con ellas y llenarles su corazón era galardonado con una bonita canción que te cantaban al oído. Una experiencia única que tan solo permanecería guardada en los sentidos.

Mentes atentas que apreciaban lo más mínimo. Observaban cada gota de lluvia para recordar el camino. Nunca tuve miedo a perderme pues, ese sería mi destino.

Ahora ya no busco, te encuentro. Huyo del sol porque sé dónde está la tormenta, escapo de la tormenta porque sé dónde reunirme con el sol.

Las noches ya no dibujan estrellas, alguien quiso destruir nuestra imaginación. No sueño pues, temo su significado.

Sirenas que jamás volverán a sorprender. Sus caras me suenan, las puedo encontrar en un lugar llamado internet. Sé casi todo sobre ellas y eso ya no me hace enloquecer.

No cantan, imitan, no sienten, van a la deriva.

Tengo miedo a que se rompa esta ola. La verdad es que no creo que acabe en buen puerto.

Puedo percibir la turbulencia de las palabras que abandonan sus frases, el sin sentido de una vida sin relaciones sociales.

Posiblemente me quede poco tiempo para sentirme libre. Solo espero que algún día pueda recordar esa sensación de libertad mientras dormía.

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