11-Junio-2150

Querido diario:

Te escribo por primera vez, y a pesar de no saber bien cómo funcionan este tipo de cosas, simplemente, y para facilitarme el trabajo, te trataré como un amigo, mi querido Amigo Silencioso. 

Mi nombre es Carol, tengo 30 años, y tengo la inherente necesidad de contar esta historia…Mi historia. 

Puede parecerte extraño a simple vista lo que escribo a continuación, pero en mi mundo, en mi vida, esto es lo cotidiano, lo que yo llamo una pérdida sensotecnológica.

Todo ocurrió el día de mi décimo cumpleaños, mi madre había estado toda la mañana en la cocina, dándole forma al mejor pastel de cumpleaños con el que un niño podría soñar. Un delicado y embriagador aroma a vainilla con matices a azahar despertó mis sentidos…y con ellos desperté yo. Por suerte para mi y para los pocos amigos que había invitado, el día no podía ser mejor, lucía un resplandeciente sol que inundaba mi habitación con su cálido tono anaranjado, una suave brisa jugueteaba con las hojas del milenario roble de mi jardín y hasta los pájaros pareciese que entonaban una bonita melodía para felicitarme en mi día. Me afané en vestirme todo lo rápido que me dejaban mis temblorosas manos, dada la aglomeración de sentimientos y la terrible impaciencia que me acechaba en esos momentos. En cuanto hube terminado, salí a toda prisa, saltando los peldaños de las escaleras de dos en dos, crucé el pasillo de la planta principal zigzagueando, con una agilidad pasmosa, los juguetes que no recogí la noche anterior, de repente me detuve frente a la puerta de la cocina; tomé aire, respiré todo lo profundamente que me permitieron mis pequeños pulmones y me atuse el cabello buscando estar lo más presentable posible para la ocasión. Acto seguido, deslicé suavemente mis dedos sobre el pomo de la puerta de la cocina y, como en un sigilo, entré. 

Aquel era efectivamente el mejor pastel del mundo, el cuál año tras año, mi madre se afanaba en mejorar. No pude resistirme y, de un salto, la abracé. Es evidente que todas las madres hacen esas cosas por sus hijos, pero la mía era especial…muy especial. 

Al sentirla entre mis brazos pude palpar su frío y duro acero sobre mi piel,algo a lo que jamás pude acostumbrarme. A continuación un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Una cosa que nunca entendí fue porqué mi mamá no me devolvía nunca los abrazos, pero yo la quería y ella a mí también, o eso era lo que en mi fondo deseaba con todas mis fuerzas. Lo que yo no sabía en esa época, era que mi madre biológica, era una señora quizá con un aspecto mucho más frio que aquel androide de última generación al que llamaban, Nodriza R236. Estos androides estaban diseñados con total precisión para la cría de bebes humanos, hasta que se valiesen por sí mismos; estaban dotados con toda clase de sofisticados sistemas para realizar a la perfección la labor que tenían encomendada.

Gracias a los avances tecnológicos y debido a la terrible evolución que nuestra sociedad nos ha obligado a llevar. En la actualidad, lo común es que una madre, al dar a luz a su bebé, y para que estas no vean mermada su faceta profesional (lo cual se consideraría algo retrogrado e incluso sexista), los androides asumían su rol de madres nodrizas, desde ese mismo momento, e incluso para que haya un vínculo afectivo mayor, las primeras manos que los recogen son sus frías manos metálicas; desde ese momento a los bebes se les separaba de todo contacto con sus progenitores. Cada Nodriza, al igual que cada bebé, son totalmente únicos, estas se diseñan siguiendo el patrón genético del embrión, para acercarse, más si cabe, a los caracteres de ese futuro bebé del que se harán cargo; y una vez finalizada su labor, unos miembros de la empresa D.T.A.(Development & Technology for Androids) se encargaban de su recogida y posterior reciclaje. Es obvio que, para una niña que sólo ha conocido el “amor metálico de una madre”, su pérdida es algo muy doloroso.

Retomando de nuevo mi historia, como decía, mi mamá preparaba todo con una perfección asombrosa, mientras, yo veía como se acercaba el esperado momento de la celebración, en la que los pocos amigos que habían sido invitados y yo, disfrutaríamos un año más de las risas y las payasadas que eran ya algo característico en esta cita anual, pero lo que pasaría ese día me trastornaría para el resto de mi vida.

Estaba ensimismada jugando con mi tablet holográfica, cuando el sonido chirriante del timbre de casa me sacó como una brusca sacudida de mis cábalas.Rápidamente, me levanté y salí corriendo hacia la puerta de entrada, adelantándome a mi madre, cosa que la descolocó por unos segundos (en realidad cualquier cosa que hiciera que se saliera de su organigrama diario la descolocaba). Cuando abrí la puerta, esperando claro está, a mis amigos, mi sorpresa no pudo ser mayor: dos hombres vestidos con camisa blanca, en la que aparecían unas siglas bordadas en color azul eléctrico, en las que se podía leer D.T.A. y una mujer alta con el pelo recogido y ataviada con un elegante traje, me miraban con una sonrisa fingida y bien ensayada, y me cantaron a coro “¡Sorpresa, Feliz Cumpleaños!”. No salía de mi asombro, cuando, la señora me cogió la mano, y me dijo: “Querida mía, he pensado que ya que eres toda una mujercita, y que yo no he podido estar a tu lado en todo este tiempo, a causa de mi trabajo, hoy era el mejor día para darte esta estupenda noticia. Me llamo Iria, y soy tu madre.Gracias a mi incansable esfuerzo por mejorar en mi empresa, el director me ha concedido un puesto, el cuál ha sido creado exclusivamente para mí, en el que podré  desempeñar mis obligaciones desde aquí, desde Nuestra casa. Por ello has de sentirte muy especial, ya que eres única en todo el mundo. Desde ahora verás que nos haremos inseparables”.

¿Inseparables? Me dije a mí misma, nunca he conocido un beso, un abrazo, una caricia proveniente de mi madre nodriza, eso sí, tenía una excelente alimentación, y ahora aparece de la nada esta señora el día de mi cumpleaños y me dice que ¡¡¡ES MI MADRE!!!… yo ya tengo una madre, no es perfecta, pero ¿quién lo es? Y hasta ahora era la única para mí. Mientras tanto, esos dos señores, sin mediar más palabras, avanzaron unos pasos tras de mí hasta alcanzar a mi madre, y accionaron un minúsculo y escondido botón detrás de su oreja derecha, y al instante una leve apertura quedó al descubierto, entonces, con una inescrutable frialdad, insertaron una extraña llave que llevaban metida en su maletín. En el momento de accionarla, pude ver un destello brillante en los ojos de mi mamá, entonces se desvaneció, y parte de mi ser lo hizo con ella. Desde entonces, no puedo dejar de ver su último destello, una y otra vez, como una horrible visión. 

Y te preguntarás, querido Amigo Silencioso, cómo fue mi vida desde entonces. Pues bien, esa mujer, a la que llamé “la Usurpadora”, apenas la conocí. Era lo más parecido a una sombra aletargada que vagaba por la casa, pasando los días en su pequeño despacho y daba la sensación de que en ocasiones incluso aguantaba la respiración para no denotar su presencia.Y yo, querido Amigo, tras mi más sentida pérdida, después de días agazapada en mi cama, me tuve que hacer mayor. Tuve que aprender a cocinar, a ir sola al colegio, en fin, tenía que hacer todo lo que hasta ahora había estado realizando mi verdadera y única madre. Y respecto a mis carencias afectivas y emocionales, fueron creciendo a medida que yo también lo hacia, hasta convertirme en lo que soy.

Hoy día, querido Amigo, soy una empresaria de élite y, muy a mi pesar, tengo una hija, a la que no veo desde que nació. Mi mundo gira entorno al trabajo, el cuál sigue su constante bullir de vidas y, querido Amigo, no estoy de acuerdo con la vida que me ha tocado, pero la constante línea que marca la sociedad me obliga a llevar esta desenfrenada y solitaria vida como, jugadas del destino, Gerente de desarrollo de nuevos modelos en D.T.A..

Y ahora te pregunto yo…¿Qué sentirá mi hija al abrazar a su mamá de metal?

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