Tan fría como la indiferencia

Tan fría como la indiferencia

Naiara Sánchez

22/02/2014

Tan fría como la indiferencia

Hace tiempo que me preguntaron qué era lo que me llamaba la atención de la tecnología, de los videojuegos, de las series, de las películas… que porque pasaba tantas horas pegado a la pantalla del ordenador, sin moverme, sin pestañear, sin tan siquiera respirar… no supe que responder y ahora sin embargo, tengo la respuesta clara.

Porque merece más la pena que el mundo en el que vivimos.

Esa es mi única respuesta.

Desde que voy a clase, he estado obligado a compartir mesa con gente que no recuerda tu nombre, desde que nací estoy encadenado a vivir en una sociedad que finge ser tus amigos, desde que respiro sé que tal vez no hay ninguna persona que merezca la pena ser conocida. La gente cambia, el mundo cambia, todos cambiamos… la hipocresía, la soledad al estar rodeado, la maldad, la falsa bondad, todo ello viene condicionado a las relaciones sociales, la gente no se enamora, la gente ya no siente el valor, ya no siente la amistad, hace tiempo que la gente solo piensa en si misma… hace tiempo que la humanidad se evaporó.

Cuando llegue a secundaria todo el mundo estaba aferrado a un móvil… aparatos de más de doscientos euros que los engrilletaban a las comunicaciones sin sentimientos, eso era algo que me asustaba, ¿Desde cuándo el ser humano había olvidado el contacto? y sin embargo ante esa misma pregunta me recordé a mi mismo que lo único que ahora los diferenciaba es que a través de palabras escritas en un aparato tecnológico era más fácil ser hipócrita.

Y lo comprendí, tal vez demasiado tarde pero lo hice.

Ellos habían paralizado sus sentimientos y se habían quedado engatusados por aquella falsa sensación de amistad que otorgaban aquellos aparatos… se habían quedado enamorados del sonido que te notifica un nuevo mensaje, de la sensación de que alguien los hablaba desde algún otro sitio… sin embargo, nada perduró en sus vidas tanto como quisieron.

Aquella tecnología los rompió el corazón de la manera más fría y cruel que podían imaginar…

Yo era el friki, el raro… el que era extraño por hablar de un mundo imaginario lleno de sensaciones que me… que me… que tanto anhelaba sentir en la realidad, llenas de aquellas sensaciones como valentía, coraje, honor… lleno de palabras hermosas y sentimientos tan bonitos como los que me inspiraban las obras medievales, aquella lucha constante, sin saber que nada podrías perder porque podías resucitar… aquello que tanto me engancho quedo en el vano recuerdo del olvido. Pues ahora soy el raro que no tiene amigos, no el raro que pasa horas pegado al frente de un ordenador, ahora todo el mundo lo hace, ahora no es distinto, se quitaron ese tabú, pero lo hicieron de una manera errónea, no calentaron su vida, sino que la enfriaron, haciendo de algo mágico… algo… insano.

Pero el mundo siempre fue así, al menos yo lo viví así, lleno de falsas ilusiones que conforme vas obteniendo experiencia vas comprendiendo… vas viendo que el mundo en el que vivimos, la humanidad fracasó, que hace tiempo ya no se respetan los valores, que hace tiempo se perdió la magia, la ilusión, se perdieron las bellas costumbres, aquellos valores que vivieron muchos años pero que fracasaron, la tecnología llegó y haciendo de ella un uso incorrecto, la convirtieron en un medio de manipulación y esclavización, en vez el mundo mágico de evasión que yo llevo utilizando desde pequeño…

Pero la culpa no es de la tecnología… la culpa reside dentro de nuestras almas que acostumbradas a sufrir buscaron la indiferencia y se volvieron tan frías… que helaron al propio infierno y congelaron al mismo Dios.

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