Estimado Fernando,
Llevo varios días en la ciudad. Por las tardes bajo al río a mirar los transatlánticos –paquebotes, que dirías tú–. Navegan lentamente y se pierden en la bruma ajenos a mi soledad –ellos cargan con la suya–. A ratos cierro los ojos. Fantaseo con los veleros que antes navegaron por el Tajo, río-mar, caja negra de leyendas, ataúd de navegantes.
De ti, ni rastro.
Sé que no te voy a encontrar, pero te sigo buscando. Hoy en la Baixa. Ayer en la Alfama. Mañana probaré en el Chiado.
El sol moribundo se desparrama sobre las fachadas. Las ventanas se incendian. Arde la ropa tendida: velas al viento que añoran el viaje.
Como tú.
(Saudade, le decís).
Pregunto en la tabacaria.
Dicen que prendiste la luz antes de marchar.
«Eso es que no tardará». Y aguardo a que anochezca.
«Eso es para que le recordemos». Y miramos hacia la outra banda.
Al caer las sombras, la luz temblorosa de un farol se enciende ante de tu buhardilla.
Y nos acordamos de ti.
≈ ≈ ≈ ≈ Lisboa ≈ ≈ ≈ ≈ enero ≈ ≈ ≈ ≈ 2015 ≈
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