Inocencia

             Acaba de darme un gran vuelco el corazón, al ver en la prensa de hoy —¡día de los Inocentes!— este busto a carboncillo: una mujer enlutada, triste y marchita, de características muy similares a las tuyas…

           Me he devorado el vitriólico artículo que esa Prensa introduce así en primera: “Joven madre universitaria que ha descendido en secreto hasta los infiernos del abandono de unos hijos, apellidados como ella, aunque  en orden inverso…”

          Y aunque sigo sin poder saber del todo si eres tú —¡Inocencia!—, quiero decirte que estoy dispuesta a dar mi vida porque realmente no lo seas, ni sea verdad que tus dos licenciaturas, tus acendradas inquietudes sindicales y tu olmeada firmeza en avizorarle las puntas de espárrago esenciales a la vida, se hayan quedado cuarteadas en esa nada… árida como el fondo de un pantano seco…, horriblemente muda como la carcasa de un buey muerto…

        Soy Ana Cerrillo, de Filología. Dejo mis señas en la prisión adonde  te han llevado. Y tanto si resulta que eres tú, como si no —¡ojalá, que no!—, ten por seguro que haré cuanto esté de mi parte porque esos hijos y esa madre puedan volver a adorarse. ¡Escríbeme! 

                                                                                                                                   Ana