Hace un tiempo dejé de escribir, no sabía al principio la causa ni como retomar el camino dejado atrás. Me vi obligada a autoanalizarme, para así encontrar respuestas. A lo largo de mi vida surgieron preguntas a cerca de Dios, del hombre y el universo. Hubo personas que me aportaron convicciones, pero mis inquietudes no eran satisfechas, por lo que de algún modo debí sufrir una ruptura en cuanto mi fe.
Es muy poco lo que recuerdo de aquella temprana faceta de mi vida, sumergida en una corriente de pensamientos claro-oscuro donde el tiempo carecía de valor alguno, donde no importaba el ser que soy, más bien un ser absoluto. Aquel, que lo era todo, estaba en todo lo que podía percibir. Éste era el punto de partida.
Mi error se disfrazó de elocuencia, seduciéndome y apartandome del camino, perdiéndome con la luz de cada día, y esta acelerada forma de vivir me consumía por dentro como un cáncer bien disimulado. Terminé aceptando que el mundo está compuesto de retos y desafíos, donde los miedos construyen altas barreras de firmes cimientos, que dan trabajo, al que se propone derribarlos o cuando veía hechos a los que llamaba injusticias, y me preguntaba “¿El por qué Dios permite tal aberración?” me costaba ver a Dios como un padre amoroso, mas bien un ser temible observándome, no era libre de mis acciones ni pensamientos. Quise mantener la imagen del Dios limpia de toda acusación aunque la realidad está llena de contradicciones y fue difícil.
También debo decir, que en mi torpe intento por comprender a Dios, entre en contacto con otras religiones, pero nada era suficiente, no estaba en las religiones ni en la ciencia. “¿Existe Dios?”. Cuando creía que ya no estaba presente en mi vida, lo redescubría en mis escritos, lo veía en la mirada y acciones de algunos hombres, en los hechos llamados milagros y en tantas manifestaciones del ser divino. Por lo que volvía a replantearme esas preguntas que ya había respondido.
¿Somos imagen y semejanza de Dios o es lo que acaso pretendemos, al estar alejados de la verdad? ¿Tiene Dios una misión para cada hombre? O es totalmente indiferente a nuestras acciones ¿Qué o quién es Dios?
Cuando ponía atención en el hombre, observaba rasgos muy desagradables que no podían ser semejanza de un Dios. El hombre era imperfecto. Malvado y carente de virtudes. Más allá de aquellos que defendían al hombre, yo estaba fuera de él y no quería ser parte de una especie a la que aborrecía. Deje de creer incluso en la evolución y progreso del hombre, todo eso se convirtió en una falsedad producto del ego del hombre. ¿De dónde provenía mi pensamiento negativo? Todo lo que éste hacia no era por inteligencia sino por mal uso de la misma, si el hombre desde su inicio aprendió a construir objetos y viviendas para mejorar su subsistencia se debe solo al hecho de imitar los entornos en lo que vive, aprendió de la naturaleza misma, de ver a otros animales e imitar sus acciones. ¿La inteligencia nos hace mejores o empobrece la moral del hombre? Es otro interrogante que solía atormentar mis días de juventud, ese rasgo distintivo que nos separa supuestamente de nuestros parientes más cercanos los simios, no es útil si lo mal empleamos. Hoy habitamos un presente factible a nuestras necesidades, el progreso mejoró las condiciones de vida del hombre ¿pero cuál fue el precio? Mientras gozamos de innovaciones que nos hacen la vida más fácil, hemos destruido gran parte de nuestra habitad. ¿Cuántas especies extintas son resultado del accionar de un hombre perverso y malvado? ¿Será que resulta más fácil obrar mal que bien?
Ningún hombre es fiel a sus ideales, no es fiel a lo que piensa y solo dejamos ver una pequeña porción de lo que realmente somos. ¿Y si somos tan falsos entre hombres con los que convivimos a diario como podemos pretender comprender a Dios, que supera nuestra existencia misma?
Si decimos que Dios es bueno y por lo tanto todo lo creado por él es bueno ¿Dónde queda lo que consideramos malo? Será que para justificar la existencia de la maldad debía surgir la idea del «Diablo», y culpar al Diablo de hechos que los hombres cometen por propia decisión o influencia de otros, así como culpar a Dios por las injusticias de la vida.
He visualizado la idea de un rompecabezas, o el simple desorden en el hecho de comprensión del hombre. Y lo que suelo preguntarme es ¿Cuánto de realidad reposa en aquello que consideramos real?
Es aquí donde surge la incómoda realidad, de que nos topamos con algo incomodo de manifestar; cosas que no entendemos con claridad. Y el no saber, lo que por defecto nos hará ignorantes, nos conduce hacia un sendero de tinieblas, donde las cosas que existen se han deformado de su carácter y propósito real, lo hemos convertido en otra cosa.
Es así, que muchas veces reflexionaba hacia lo que llamamos maldad y errores. Y me preguntaba si esas cosas eran realmente malas o no, porque quizás calificaba de malo algo que no lo era, y con mi rechazo lo había deformado de su verdadero origen. Me di cuenta que entender a Dios es tan difícil como ver su rostro, dejé de escribir porque Dios era la inspiración, comprendí quien era “En presencia de Dios”, al fijar atención en lo que yacía predispuesto en los recónditos rincones de mi mente, porque allí habitaba la verdad. Verdad que necesitaba para romper con el misterio que encerraban las preguntas de mi vida. Cargo conmigo las huellas de mi pasado religioso, pero la forma de interpretar es otra.
Me llevo tiempo identificar lo que significaba la presencia de Dios en mi vida, lo que viví y experimente, en variadas formas existentes, tenía algo que ver con mi mayor necesidad que estuvo siempre con lo divino.
¡Cuán grande es tu presencia y más grande mi carencia!
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