Creo que le amé! porque sufro su huida, porque escapo entre espacios vacíos y pensamientos de locuras, sufro más por los estándares de muerte que le rodean, por la magnífica y brutal fuerza de conocer su fugaz ida, sufro por conocer que sus momentos últimos no serán para mí, que su amargura y odio son su pasión al ver mis lagrimados ojos.
¿Qué fuera de nosotros si esas razones no hubiera existido en nuestros actos de querer?
Mi razonamiento divaga y confusos los pensamientos de conocer si amé o si tuve reales señales de celos, confundo el pensamiento porque no palpita hoy el corazón. ¿Soy autor de tan mala dicha hacia ese cuerpo de deseo común y de única posesión mía?
Cuando le buscaba en amor su presencia era mía, cuando le pintaba mundos de ilusorios bienes todos sus actos eran estar en mi cercanía, creaban en mi estados de estupidez momentánea y alegrías permanentes con disfrutes que solo yo comprendía; sentir sus celos, los cuales no mostraba, y sentir los dolores que esos labios, que pocas veces toqué y las veces que lo hice fueron cortos lapsos, fueron el sentimiento que logre conocer.
Me ahogaba entre mis sabanas cuando su cuerpo vivaz llegaba a mí, cuando el humo cubría cada uno de los rincones, y solo así me desprendía del falso mundo que me perseguía; no era una ilusión la que vivía era una realidad caminante y de fuertes deseos, aunque no lo niego que mi mente era quien gobernaba esa realidad.
Ahora, nada más que ahora me queda contar el tiempo del último adiós, de un adiós que nunca tuvo y que en forma precisa nunca desee con voluntad cierta; recuerdo que le decía: que debía alejarse, que no me buscara, era una falsa, eran mentiras aquellas palabras de opresión de mi alma, esa era mi forma de salvarle de lo que hoy soy y de mi deseo confuso.
¿Habré amado con ímpetu o solo fue producto esto de la necesidad humana de buscar un alma que se vuelva una en dos cuerpos distintos? He desistido de buscar la respuesta y aceptar la culpa de que viví para encontrarle, espere para tenerle en mis brazos amargos, que solo veían pasión cuando conmigo estaban.
Hoy no lloro pero imploro piedad para aquella creación perfecta para mí que un día se jugó toda su existencia para proteger la innecesaria y terrible parte que conforma mi vida.
Ver su alegría y sentir como verano esos momentos que nos hacían parecer infantes y donde el sexo era nulo, solo con su presencia se reanimaban mis pocas virtudes. Yo era feliz con que estuviera para mí y naturalmente junto a mí.
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