Y…escribir. El problema siempre está en cómo escribir. ¿Síndrome del papel en blanco? No, de la mente en blanco. Cabeza blanca. La jodida estructura. La sutileza de la estructura. Siempre la estructura. Y la importancia que tiene no es banal (banal, vaya palabreja…), sino diametralmente opuesta, esencial (nota: palabras diametralmente opuestas; palabras en círculo; círculo de palabras; teoría de grupos de palabras); como escritor, como autor, no puedo sino verme en el papel del lector, quiero verme en él, debo verme; mirar a las palabras no entendiéndolas, no viéndolas o, lo que me causa mayor pavor, entendiéndolas a mi manera, autoentendiéndolas. Y ahí empieza la pesadilla, lo verdaderamente difícil, lo que es diametralmente-opuesto-a-esencial. Que cada cual pro-ce-se las ideas a su puta bola, que se pierda la transmisión, el adalid de la idea. De nuevo, la estructura. Y, de nuevo, y por enésima vez, la necesidad de deconstruir el lenguaje, romperlo, transgredirlo. ¿Para qué si no un escritor? ¿Para qué, si no es para no cumplir las reglas, o hacer las suyas propias? No, no las suyas propias, eso no, eso nunca. Las nuestras propias. Sí, nuestras; suyas, nuestras; nuestruyas. Pero deconstruir, esa palabra de moda, tan de moda…deconstruir, deconstruyas, deconstrunuyas… ahora hasta en la carta de cualquier tasca de carretera de tres al cuarto aparece un plato de degustación de tortilla de papas deconstruida, a cincuenta euros la mierda de ración, o se lee ‘tembladera de azúcar y huevo al golpe de calor en su espejo de caramelo’ en vez de flan, y la jodimos, viejo. La jodimos bien jodida. Somos subnormales, eso de serie, pero nos estamos volviendo infranormales. Batido de huevos crudos con un par de patatas fritas flotando, y vas que chutas; deconstrucción. Demasiado fácil, nivel cero, con la comida sí se juega, pero el lenguaje, la estructura…deconstruir la palabra deconstruir…eso ya tiene más miga. Y que se haga la revolución. Pero Kuhn, oh Kuhn, qué cabrón que eras, zorro…y cómo no te diste cuenta de la importancia de la es-truc-tu-ra de la revolución lingüística, teniéndola a dos palmos de narices, ciego de mierda…lo bien que habría venido ahora una disertación sensata acerca del tema, y me la tengo que sacar del orto, la tengo que cagar de alguna manera, destilarlo de a poquito de mi cabeza, y lo que cuesta, y lo que duele…vamos, che, que no te dé fiaca ahora (¿che? ¿fiaca?), sabes que el problema está en el registro (nota: no mezclar localismos). Registro. Registro. Registro (vaya otra palabreja…). Cómo escribir en un solo registro para cualquiera; metalenguaje. Y, de nuevo, estructura…pero Kuhn…que no te diste cuenta de que todo tu sistema estaba pensado siempre y cuando tuvieses un solo sistema que analizar, y ahora tengo dos, diez, mil…una miríada; distintos lenguajes, una teoría…Soy tonto; ergela naiz; I’m a fool. Verbo (sujeto elíptico), adjetivo; adjetivo, verbo (sintagma verbal); sujeto, verbo, artículo, adjetivo. Ahí están, inversión de orden, variación de número de palabras, elipsis selectiva, artículo casual…inversión, número, elipse, casualidad (estadística)…una estructura demasiado matemática. Matelingüística, primo hermano, reivindicador silencioso, siamés perdido, de la metalingüística, asignaturas facilísimas a partir de las tres y media de la mañana, con esa borrachera lúcida de profesora, la lengua pluma, la cerveza tintero, y yo, yo papel, sobre todo yo papel, que me escribo, me reinvento, me revoluciono…pero Kuhn…Kuhn can do it, Kuhn can, can Kuhn, Cancún, México…México, tequila…a lo mejor, con un tequila, todo esto se vuelve un poco más sinsentido, y le encuentro el sentido de alguna manera. Ordenado caos, indexado azar, reglada estocástica; en una palabra, mayhem; may hem; may Hemingway understand this…pero Kuhn…no, no, se te descalabra el tren del pensamiento, se te va. Lo has tenido ahí, y se te va. Y sabes que no hay hora para que llegue el siguiente, te quedarás en este andén, en este puto y sucio y gris y apalabrado andén, todo lleno de palabras, palabras con sus maletas llenas de palabras, con sus maridos palabros, sus bebés las letras sueltas, que aún no han aprendido a juntarse con sentido, y las gordas, las palabrotas (y por qué no sus maridos los palabrotos), esas que en el multiverso de la literatura consiguen invertir el canon de belleza, que lo que gusta es que sean sucias, y gordas, y feas, y gordas, y malsonantes, y gordas…pero sobre todo malsonantes. Y todos esperando al tren, ese tren color palabra, de maquinista Logos, de picador Ethos y destino Definición. Y yo sin billete. Habrá que discutir con el mozo de cuerda, que no es otro que Kuhn, otra vez Kuhn, oh Kuhn…a ver si me arregla el pasaje, si me deja salir de esta ciudad garabateada, emborronada y vuelta a garabatear de palabras huérfanas, dictadura de ciudad, ciudad dictada con dictados de palabras…hay que salir de aquí, como sea. No se puede definir algo siendo parte de ese algo. Regla, axioma elemental del lenguaje. Por eso me voy a Definición, junto con las palabras que esperan en el andén, presuntuosas y pomposas y prepotentes palabras, que se creen lo suficientemente dignas como para merecerse estar en el paraíso definitivo de la definición, paraíso definicitivo…y que fácil y barato sale inventárselas, viejo. Ojalá todo fuese tan intuitivo, tan palabreramente constructivo, pero no…Logos está de maquinista, Ethos de picador, eso significa que Logos manda sobre Ethos, está por encima, el tren lo controla él. Tendríamos que ir del Ethos al Logos, que las palabras se hiciesen a las ideas, no al revés, deconstruirlo todo…no idealizarlo, sino ideizarlo, revolucionar todo esto desde la base, todo este problema de definición que tenemos porque ni siquiera sabemos qué es lo que queremos definir…pero Kuhn…y la tortilla de papas, sin deconstruir, con sus huevos bien batidos y cuajados y rodeando tan estética y perfectamente las papas…tengo hambre, y algo parecido a rabia feliz contenida dentro. O tal vez sea que tengo mucha hambre, y ya no pienso con claridad, o justo por eso pienso con tanta claridad. Auskalo.

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