Der schlafender Mann (El hombre dormido)

Der schlafender Mann (El hombre dormido)

Marta Cortizo

30/05/2017

Volvió despacio a la consciencia desde un sueño tranquilo y enseguida supo que eran los momentos previos al amanecer, porque por la ventana entraba ya un filo de luz tenue que sumía la habitación en una leve penumbra y permitía adivinar los contornos de los objetos. Podía también percibir el rumor de una lluvia fina y persistente que caía en la calle y rozaba el cristal de la ventana pero, por lo demás, todo estaba en silencio. Se volvió para encontrar una postura más cómoda y se encontró cara a cara con el hombre que dormía a su lado. Estaba tendido de costado y cubierto hasta la mitad del pecho, permitiendo ver la curva de sus hombros. En la base del cuello sobresalía el hueso de la clavícula, formando una curva perfecta que enseguida sintió ganas de besar. Se contuvo, porque no quería despertarlo y se contentó con acercarse un poco más, hasta que estuvo lo bastante cerca para aspirar el olor de su piel. Aprovechó para estudiar sus rasgos despacio: los pómulos redondos, los labios que ella adoraba ver convertidos en una sonrisa y que ahora aparecían cerrados suavemente al igual que los ojos, levemente rasgados. Disfrutó en el silencio y en la penumbra de un momento que sintió sólo suyo, de la sensación única que le producía la percepción íntima de la existencia de un vínculo estrecho que le unía al hombre que dormía. Pensó en todos los pasos, grandes como losas o pequeños como guijarros, que formaban los caminos que ambos habían recorrido por separado y que finalmente los habían llevado hasta allí, hasta encontrarse compartiendo el sueño en aquella cama, en algún momento antes del amanecer, en algún lugar del centro de Europa, tan alejado de aquel otro que les vio nacer. En el camino que habían dejado atrás, ambos habían buscado el amor en otros brazos, habían traído otras vidas a la vida, habían celebrado sus días de fiesta, pero también enterrado a algunos de sus seres queridos. Habían llorado y reído, se habían angustiado ante los problemas unas veces y llenado de esperanza otras. El paso del tiempo les había esculpido sin llegar a cambiarles del todo y por ese motivo, a pesar de los años transcurridos, todavía reconocían sus besos y el tacto de sus cuerpos, y se buscaban con la misma urgencia de años atrás. El vínculo invisible que los unía, en vez de diluirse tragado por el tiempo y la distancia, se había llenado con la ausencia, con los recuerdos, con el dolor que produce la frustración por las palabras que nunca fueron dichas, con las renuncias y las decepciones, pero nada de eso permanecía ya, porque ahora, ambos sabían que cualquier dolor del pasado se vuelve insignificante cuando el amor se hace presente y que, si su amor había sobrevivido a pesar de todas las losas y guijarros que sus pies habían pisado, era porque estaba destinado a durar, irremediablemente, sin posibilidad de una vuelta atrás.

Había pasado tanto tiempo y, sin embargo, parecía tan poco…Ayer mismo eran tan jóvenes! Quizás todos aquellos años y ese largo camino, no fueran más que un pliegue del tiempo, sucedido en un universo paralelo. Quizás todo hubiera sido un sueño…

No pudo reprimir el deseo de acariciar su rostro y, aunque lo hizo con cuidado, él se despertó.

– ¿Qué hora es, mein Schatz?

– Todavía es temprano y además, llueve.

Perezoso, se revolvió entre las sábanas y buscó su cuerpo para abrazarla, con los ojos todavía cerrados. Aunque él no pudo verlo, ella recibió la caricia de sus brazos sonriendo. Por fin estaba en casa.

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