Al abrir esta mañana una ventana algo se movió en una esquina. Era una araña recia que de ninguna manera podía asociar a una criatura más indefensa que yo. Me quedé parada y ella también. Diría que nos estábamos mirando si hubiera sabido dónde encontrar sus ojos. Quizá nos medíamos. Decidí expulsarla y se resistió, pero tras un momento de lucha conseguí que se largara.

A veces, cuando me despierto, mi mirada relajada cree ver algo en un ángulo. Siempre me sobresalto pensando en algún insecto hasta recordar otra vez que se trata de una mancha en mi ojo. La verdad es que hay varias en los dos y no me parece que crezcan pero me despistan hasta que reviso concienzudamente el espacio que me rodea y las recuerdo.

Las ventanas abiertas dan paso a un montón de sonidos; chirrían en el patio interior unas cuerdas para tender la ropa que se deslizan hace años sobre ruedas oxidadas. Una mujer grita a su hijo como si eso sirviera para algo. Un perro se ha puesto a ladrar como si le molestara tanto como a mí ese berreo. Una de las puertas del patio ha cerrado de golpe por el viento, sumando su grito a esta orquesta.

Me gusta el silencio. Hay días en que pongo música sólo por no oír la que algún vecino hace sonar a todo volumen. Es lo habitual.

Hoy llueve perezosamente. Decido con la misma desgana que voy a hacer. Mi desorden cotidiano me recuerda que me espera, que aún confía en que ponga orden, en que el espacio que es y que me envuelve, no se ha rendido a la posibilidad de convertirse en un lugar armónico. Pero me temo que amo este humilde caos que es mío, que soy yo.

Me he relajado tanto que de nuevo algo se mueve en mi campo de visión. Llevo bastante tiempo despierta y me acuerdo de mis retinas pero esta vez vuelve a ser una araña. ¿Qué pasa hoy con estos bichos? Se ha quedado quieta, claro. Antes las mataba al verlas. Ahora me da por pensar cómo reaccionaría yo en un mundo con seres enormes a mi lado que me pueden aplastar sin pestañear. Oigo una nueva bronca de mis vecinos. Se gritan en lugar de hablar, eso creo. La araña ha desaparecido. No la encuentro. Igual me equivocaba y era una de mis manchas.

Pero yo era consciente cuando me cargaba una araña. Le quitaba la vida, nada más y nada menos. Con absoluto desdén.

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